En ocasiones, la literatura nos depara agradables sorpresas reconvertidas en inesperados reencuentros con autores de culto, con escritores que un buen día descubriera por casualidad y que nunca más habría de abandonar. Autores de cabecera eternos hay muchos, qué duda cabe, pero recuerdo con especial cariño un buen puñado de ellos. Uno de ellos acaba de editar un nuevo libro de relatos, y ya son varios. Gonzalo Calcedo, palentino, escritor del interior, decía hace años en una entrevista que sobrellevaba por convicción «la invisibilidad» de ser un autor de cuentos. Eran tiempos en los que el relato corto aún era considerado la hermana desafortunada de los géneros literarios, en los que no era tan valorado como la novela o la poesía. Por suerte para nosotros, una nueva generación de cuentistas, Gonzalo Calcedo, Mercedes Abad, Ángel Olgoso, entre muchos otros, vinieron a dignificarlo. Calcedo acaba de publicar Necios y ridículos en una editorial independiente, a las que me referiré con más profundidad en una Carta del Norte próxima, plagado de personajes que malviven en su particular infierno diario, llenos de un malentendido bienestar que lo único que hacen es arrastrarlos a una herida perpetua en donde la soledad es la madre de todos los males en una sociedad enferma. Calcedo, autor eterno. Hay otros autores, escritoras en este caso, a los que les profeso un especial cariño porque me llevan acompañando, al igual que Calcedo, desde mis años de adolescencia. Me refiero a los que José Luis Hernández Garvi denomina en su ultimo libro publicado como Escritores misteriosos, excéntricos y heterodoxos . La desaparición de Agatha Christie . Observarán que he alterado intencionadamente el título, una pequeña licencia para referirme así a los literatos góticos del XVIII y XIX, a Mary Shelley y su Frankenstein o el eterno Prometeo , a Arthur Conan Doyle, Philip K. Dick y, cómo no, a la gran dama de la novela de misterio: Agatha Christie. Al contrario del sentir general, no estamos hablando de autores «raros y poco recomendables». Todo lo contrario. Y si en algo estiman la literatura de culto, no dejen de acercarse a este curioso ejemplar repleto de anécdotas de los escritores mencionados. Quizás, solo quizás, descubran dónde estuvo desaparecida durante once días Agatha Christie, episodio del que muy poco se sabe. Quizás, solo quizás, conozcan gracias a este libro un poco más a los autores de su adolescencia, como yo.

Y para finalizar esta Carta del Norte, peculiar e independiente en cuanto a editoriales se refiere, no puedo dejar de referirme a Mario Benedetti, a quien descubriera gracias a las versiones de múltiples cantautores antes que sus libros. Rincón de haikus , editado por Visor, nos acerca al Benedetti más conciso y profundo, pero, a la vez, al más tierno y sensible. Poco se puede aportar que no se haya dicho o escrito ya. Tan solo leer sus haikus, disfrutarlos y paladearlos, sosegadamente, y recordar que hubo un tiempo no muy lejano en el que fue feliz escribiéndolos, y nos hizo felices a todos. Eterno Benedetti.