Ante un título tan valiente y arriesgado como el de este libro, puede que el lector común sienta cierto recelo antes de adentrarse impávido, casi de puntillas, en un relato que le ha de sorprender. O también es posible, al contrario, que sea el título un cebo que anime a leer esta obra atípica, a veces terrible, ácida, agridulce, y, en otros momentos, no obstante, luminosa, profundamente poética, humanísima, de una belleza que cauteriza el frío, los rasguños sensibles en el alma de un lector de literatura tópica y vulgar. No es frecuente leer novelas como ésta. Nadie va a salir indemne emocionalmente de la lectura de este libro, pues no en balde su autor, Álex Prada, ha conseguido tejer un telar narrativo consistente donde se dan cita el misterio y la poesía, la ternura y el miedo, la desdicha y el humor, construyendo con arte unos personajes insólitos que se mueven por la narración con gran fluidez, con la habilidad de esos peces que discurren bajo la superficie helada de un pantano huyendo del cebo de un inexperto pescador que golpea con su caña el agua densa y gris.

El argumento central de la novela se centra en las peripecias surrealistas de Rene y Rosarito, dos personajes de alma cándida, de los que el lector enseguida se enamora, cuya existencia deambula en un espacio de olor campesino y cañí, entre genuinos catetos de pueblo, gitanos de alma ocre, trileros, mangantes y otros individuos estrafalarios, esperpentos sublimes ahogados en sus miserias, en las miasmas grotescas de un espacio constreñido y cercado por los efluvios consistentes de un país campesino, viejo y trasnochado, picaresco en el fondo, turbio e intemporal, que aún seguimos encontrando en mercadillos y descampados de pueblos y ciudades de nuestra piel de toro: «-Rubio, ¿a cuánto nos la dejas? Porque eres tú. Cómo nos anda la Rosarito. Mira, anda, Rubio, que le he traído un perfume. De los caros. Cógelo. Venga, Dios. Dale quiribó» (pág. 33).

No es fácil, lo reconocemos, construir una novela intensa y singular como es Comida y basura utilizando elementos sencillos en el plano literario, usando un lenguaje suculento y limpio, a veces vulgar, sin caer nunca en el tópico, sino al contrario alzando un edificio poético y narrativo, sustancioso, de una belleza sublime, insoslayable, con algunos pasajes de hipnótica hermosura, de esos que dejan huella en la retina del lector, como podemos observar en este párrafo: «La niebla ya se ha abierto algo, hace islas vaporosas, y entra en los caminos una luna indecente que recorta troncos y copas en negras sábanas» (pág. 101).

LENGUAJE DIÁFANO

El lenguaje que emplea el autor, como hemos dicho, es sencillo y diáfano, pero, al mismo tiempo, cálido, esbelto y sonoro, de una gran plasticidad, a veces trenzado en diálogos hermosísimos, de una plasticidad nada común que cascabelea y crepita en los oídos y abre ondas concéntricas en nuestro corazón. Las palabras huelen a cal y hojas de olivo, a hierba de monte, a tierra cuarteada, a colonia barata, a tripas y a sudor, y saben a carne de pajarito frito, a ancas de rana y lagarto rebozado en sartenes de un tiempo mágico y rural que la modernidad aún no ha devastado. La estructura de la novela en apariencia resulta caótica, frágil, desmembrada, deslavazada como un arroyo humilde que pierde su ritmo fluvial cuando el verano estrangula la línea delgada de su cauce entre adelfas sonámbulas, espadañas y zarzales.

El armazón narrativo de la novela no se atiene en ningún momento a las reglas convencionales y aglutina breves capítulos en un espacio desgarrado y anárquico, caótico en su estructura, que, no obstante, en el fondo guarda una armonía asimétrica que deja un regusto extraño, vaporoso, oloroso a cellisca en las entrañas del lector. Sorprende que esta sea la novela primeriza de un poeta notable, autor de poemarios tan genuinos como el titulado Epopeyas de bolsillo (2019), que, hasta el momento, además de poesía, había publicado en prosa un libro de relatos, Diálogo de perros y ángeles (2016), donde homenajea a figuras míticas del mundo del cine, de la música y las artes, tan dispares y distantes como Keith Richards, Marlene Dietrich, Fernando de Herrera, Bob Dylan o Fray Luis de León.

Ahora, con esta novela ha conseguido deconstruir con palabras singulares el lenguaje de un mundo auténtico y cañí, de estirpe rural, donde reconocemos un formidable retrato de esa España que conocimos de niño y se resiste, en muchos rincones y lugares, a desaparecer.

‘Comida y basura’. Autor: Álex Prada. Editorial: Seix Barral. Barcelona, 2020.