Parecerá un tópico, pero si queremos saber más sobre literatura, qué mejor que releer las Ficciones, de Jorge Luis Borges. Digo releer, al menos para mí, para otros muchos lectores, será leer por primera vez. La primera vez que leí los cuentos de Borges, no tenía más de dieciocho años. Nunca más me acerqué a ellos, por temor. Temor a que el paso del tiempo y una nueva lectura más sosegada y madura provocara en mí un desengaño literario. Me equivocaba. Esta oportuna edición de Lumen nos acerca una vez más al Borges de Las Ruinas circulares, El jardín de los senderos que se bifurcan, al de La Biblioteca de Babel… Al Borges soñador amante de la literatura fantástica. Pero no nos engañemos. Aunque Ficciones sea un verdadero libro de libros, no deja de ser un libro cojo. Siempre se ha dicho que Borges arrastraba tras de sí toda una legión de seguidores: los devotos de su poesía y los de su narrativa. Curiosamente, los primeros no lo eran tanto de lo segundo y viceversa. Pero este libro, como su poesía, sus relatos, no se entiende, los unos sin los otros. Son inseparables.

Y con Tom Wolfe llegaría la polémica, cómo no. Se reeditan dos títulos fundamentales dentro de su obra periodística-narrativa, esa que le ha llevado a ser el abanderado del «nuevo periodismo», y se reeditan demostrando una vez más su versatilidad y vigencia. Los años del desmadre y Las décadas púrpura, incluyen piezas periodísticas maestras sin las cuales resulta difícil entender la reciente historia de los Estados Unidos. «Si no las hubiésemos vivido, no las creeríamos posibles. Empiezan a parecer ya muy lejanas.

Por suerte, tenemos a Tom Wolfe para recordárnoslas. Por suerte, los futuros historiadores, los buscadores de curiosidades y los amantes de las letras, dispondrán, si recurren a Tom Wolfe, de un retrato definitivo, global y correctamente sintonizado de nuestra época», apunta Joe David Bellamy en el prólogo a Las décadas púrpura». Crónicas y artículos, realidad y literatura, esa podría ser la mejor definición del maestro del periodismo Tom Wolfe.

Y para cerrar este escaparate eminentemente literario, lo haremos con un libro editado con una delicadeza especial. Nueva York es una ventana sin cortinas, de Paolo Cognetti, no es un libro más sobre la Gran Manzana.

Es un libro con ribetes cinematográficos, que nos lleva al mejor Hitchcock, que nos invita a visionar la ciudad a través de las ventanas como si de un gran escenario teatral se tratase. La calles, Brooklyn, mientras el autor hace desfilar por el mismo aquellos escritores que vivieron en Manhattan. Melville, Henry Roth, Allan Ginsberg,

Escritores que a menudo retrataban el ambiente de hostilidad de una ciudad permanentemente enferma y alicaída, como Paul Auster o John Dos Passos. Nueva York es una ventana sin cortinas, literaria, teatral, cinematográfica, musical, pero también con ese punto de violencia contenida que la hace única. Y nosotros somos los voyeurs.