J uan Marsé escribió, por expreso encargo de Ruedo Ibérico, entre 1962 y 1963, Viaje al Sur , un libro que resultaría innovador, diferente a los textos de viajes que se concebían hasta entonces, una suerte de collage donde el texto literario iría acompañado de las noticias periodísticas que el autor recogiera a lo largo del recorrido, y acompañarían a la narración fotografías porque el escritor barcelonés contaba con el apoyo de Antonio Pérez, amigo y colaborador de la editorial Ruedo Ibérico, y del fotógrafo Albert Ripoll Guspi. El viaje se realizó a lo largo de un mes, entre el 29 de septiembre y el 29 de octubre, y Marsé y sus acompañantes visitaron las provincias de Sevilla, donde los recibió el novelista Alfonso Grosso, y se prolongó por pueblos, Jerez y Sanlúcar, Torremolinos y Marbella o ciudades, Cádiz y Málaga, para dejar constancia de la distancia entre aquel mundo de niños mal alimentados, de jornaleros que vivían en situaciones cercanas a la esclavitud, de pueblos sin urbanizar y sin ningún tipo de servicios, de carreteras achacosas, lejos de las quimeras modernizadoras de los Planes de Desarrollo del Régimen. Imágenes de niños descalzos en Ronda, pescadores de Barbate, chabolas en la periferia de las ciudades visitadas que pasaron a ser fotogramas en blanco y negro, y el relato de un jovencísimo Marsé.

La mítica editorial, Ruedo Ibérico, fundada por republicanos exiliados mantenía la esperanza de una España democrática, y en París, había publicado en castellano, La guerra civil española (1961), del hispanista inglés Hugh Thomas y El laberinto español (1962), del novelista y ensayista Gerald Brenan, que junto a otros libros del catálogo cruzaban clandestinamente la frontera y los libreros españoles vendían bajo el mostrador. Viaje al Sur se fraguó en la estancia de Marsé en París, enviado por sus amigos, Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma, para que el escritor obrero se impregnara de la cultura europea. Fue allí, en su etapa parisina y al hilo de otros trabajos para la editorial, cuando José Martínez, editor de Ruedo Ibérico, y Antonio Pérez le pidieron una crónica que reflejara la España real en contraposición con la que difundía la ley de propaganda y la mediatizada prensa franquista. El escritor se desplazaría, junto a un fotógrafo, a recoger sus impresiones de una región como Andalucía, símbolo de ese reduccionismo de todo lo español, donde años antes Juan Goytisolo se había inspirado para escribir su Campos de Níjar .

Marsé, una vez realizado el viaje, redactó el contenido literario del libro, y un año después, en julio de 1963, le comunicaba a José Martínez la conclusión del trabajo y, tras una breve estancia en Mallorca para resolver sus problemas con el pasaporte, viaja a París para seleccionar con el editor las fotos y terminar de pulir el texto. Para el escritor barcelonés la obra se había convertido en una obra importante, lo mejor que había escrito hasta el momento, y así se prestaba a formar parte de una corriente de gran solvencia que en aquellos años sesenta daría como fruto libros memorables, el mencionado Campos de Níjar (1960) y después, La Chanca (1962), de Juan Goytisolo; o Caminando por Las Hurdes (1960), de Antonio Ferres y Armando López Salinas; o Donde Las Hurdes se llaman Cabrera (1964), de Ramón Carnicer; o Tierra mal bautizada (1968), de Jesús Torbado, un ramillete de títulos que respondían a una voluntad testimonial de autores comprometidos en la oposición, clandestina en gran parte, al franquismo; en realidad, la crónica y el documento, la práctica de ese ver, andar y escribir una realidad, la voluntad de contar la otra España, aquella no aparecía en el NO-DO del régimen ni en una prensa condicionada por la censura, y se intentaba dar visibilidad en aquellas obras en las que la literatura se fundía con el paisajismo, la crónica de costumbres y la sociología.

Una vez de acuerdo escritor y editor, el libro entraría en imprenta, aunque la situación económica de la editorial por entonces era difícil y la presión de la censura franquista, dirigida por un joven y autoritario Fraga Iribarne, dejarían sin publicar a muchos de los proyectos editoriales de la editorial española en París, y parece que Viaje al Sur fue uno de ellos, y no solo quedó en proyecto, sino que el original escrito por Marsé depositado en manos del editor José Martínez se perdió en algunos de los muchos cambios que vivió Ruedo Ibérico y su fondo editorial.

La obra, que nunca llegó a publicarse, se perdió y el propio Marsé no tenía un recuerdo claro de su calidad. Ruedo Ibérico, que pese a sus éxitos arrastró no pocos problemas económicos, acabó con el original en un cajón. Hubo varios esfuerzos infructuosos por recuperarlo, como la visita de la agente Carmen Balcells al Instituto Internacional de Historia Social en Amsterdam, entidad que acabó comprando los fondos de Ruedo Ibérico. Allí parecía no estar. Luego, en el 2012, Josep Maria Cuenca, autor de la excelente biografía del autor, encontró un esbozo del libro maldito que el editor Andreu Jaume se dispuso a preparar para su edición.