VENTANA A LA NATURALEZA

Tiempos cambiantes en las ciudades

La modificación en el comportamiento del hombre hacia la fauna ha provocado su adaptación a los núcleos urbanos. Por eso es habitual ver mirlos en los parques, lavanderas blancas en el invierno, garcillas bueyeras en las rotondas y otras especies inusuales como jabalíes, linces, zorros o nutrias

Estorninos al atardecer vuelven a sus dormideros en una ciudad.

Estorninos al atardecer vuelven a sus dormideros en una ciudad. / ARENAS

Conforme van pasando los años y si hemos sido observadores, podemos apreciar cómo ha ido cambiando la fauna que se acerca a la ciudad. Además, cada vez más voces requieren un cambio en las políticas de espacios verdes, con menos hormigón o pavimentos y distinto tratamiento al estrato vegetal, con incorporación de especies vegetales autóctonas y donde esté representado el estrato de matorral y arbustivo. Estos cambios traerían otro tipo de fauna que enriquecería la ciudad al aumentar su biodiversidad y haría posible un contacto con especies que hay que ir a observarlas al medio natural. No obstante, la ciudad Córdoba es un lugar privilegiado, tiene un maravilloso laboratorio en relación con este tema, los Sotos de la Albolafia y todo el discurrir del Guadalquivir a su paso por el tramo urbano. Pocas ciudades pueden mostrar esta bandera con su río.

Hace varias décadas la fauna de la ciudad de Córdoba era muy simple, prácticamente solo se observaban gorriones, algunos fringílidos como verderones o verdecillos y muchas palomas domésticas en algunos jardines. En el período primaveral, en algunos lugares se oía el canto del autillo y los ruidosos aviones comunes, vencejos y golondrinas. En invierno sobrevolaban la ciudad grandes bandos de estorninos que sobre el cielo marcaban figuras geométricas a unas velocidades que resultaban impresionantes para los observadores.

Tiempos cambiantesen las ciudades

La estructura simplificada de los parques impide aumentar su biodiversidad. / ARENAS

Hemos cambiado nuestro comportamiento hacia la fauna y ésta se ha percatado de ello. Descubrieron que el mundo urbano estaba más ausente de depredadores y por tanto estaban más seguros. Con el paso del tiempo, los esquivos mirlos abundan en todos los parques; las nerviosas lavanderas blancas se hacen ver más en invierno; las garcillas bueyeras intentan alimentarse en las rotondas de las avenidas o algunos jardines; los ánades reales o azulones se paran a descansar en los diversos estanques de la ciudad; una especie que sorprenden a muchas personas comienza a ser abundante, la paloma torcaz, que es considerada como objeto de caza; e incluso las jaleosas grajillas buscan su alimento en los parques en ocasiones intercaladas con las palomas domésticas.

Todas estas especies en el campo eran muy huidizas en el momento que detectaban a un ser humano y alertaban al resto de sus congéneres con sus sonidos de alarma, que también eran aprovechados por otras especies que también los reconocían como tales. Hoy han disminuido su distancia de huida y permiten distancias muy cortas, en ocasiones de sólo dos metros si no se realizan movimientos que los puedan considerar intimidatorios.

Pero esta circunstancia también ha sido descubierta por otras especies depredadoras que en el medio urbano tienen menos competidores y en ocasiones abundante alimentación. A los autillos, cernícalos comunes y primillas se han unido los cárabos, las incursiones de los zorros y jabalíes y durante la noche ha sido atravesada por linces, como viene ocurriendo ya en grandes ciudades que han optado desde hace tiempo por la naturalización. En estos casos, la ciudad, con sus parques y jardines funcionan como corredores ecológicos que interconectan lugares del medio natural situados en lugares opuestos. Estamos aprendiendo a convivir cerca de estos nuevos habitantes. En el futuro puede aumentar el listado si cambiamos nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza y adoptamos cambios en las zonas verdes.

No es necesario que pongamos comederos por doquier como hacen en muchas ciudades de Inglaterra. Con ello sólo se consigue tener un geriátrico de aves porque aumentamos su supervivencia y su esperanza de vida, y también se incrementan los conflictos territoriales. Así que no es buena idea este quehacer. Se están seleccionando individuos sin miedo al hombre, característica que irá aprendiendo su prole cada vez con mayor profusión. Podemos citar a las nutrias que se dejan ver con promiscuidad en el entorno del puente romano, pescando y alimentándose, lo anecdótico se ha transformado en imagen mas o menos común, e incluso se atreven a recorrer nuestras calles como ocurrió recientemente en el barrio de Fátima. Este grado de pérdida del miedo hace que los individuos sean más agresivos y no está lejos el día que, por ejemplo, los mirlos cuando nos acerquemos a sus nidos nos den pasadas por encima de nuestra cabeza, algo que no debe sorprendernos y habrá que tomarlo con naturalidad.

Este es el mundo que está cambiando a nuestro alrededor. En los años setenta y ochenta habíamos arrinconado a la fauna en los lugares más recónditos y donde el hombre casi no llegaba. Esa era la imagen que teníamos de la mayoría de la fauna. Nos sorprende ver imágenes de linces dejándose observar con total normalidad y casi sin miedo al hombre. Sólo donde se le persigue se vuelven más huidizos. No obstante, aún hay especies que viven en lugares apartados, bien por sus requerimientos ecológicos o bien por su escasez.

Los nuevos gestores deben tener en cuenta estos cambios que se están produciendo y los ayuntamientos deben contar con expertos en la materia. Sin duda, generarán nuevos retos, oportunidades y nuevas normas de convivencia, que bien encauzadas crearán un nuevo paradigma de nuestra relación con la fauna y la naturaleza pero siempre huyendo del paternalismo que nos caracteriza.

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