Tras la agria y belicosa campaña de las elecciones generales, en la que nuestros líderes políticos no dudaron siquiera en usar las peores artes con tal de hacerse con el poder --algunos más que otros, evidentemente, juzguen ustedes--, llega ahora la de las elecciones municipales, las más cercanas, las que designarán los representantes que habrán de gobernar nuestros pueblos y ciudades los próximos cuatro años. Y, aunque sean diferentes, los comicios anteriores nos han dejado al menos un par de lecciones que no debemos olvidar: primera, que los electores rechazan la agresividad esgrimida por algunos candidatos; y, segunda, que la suerte no está echada hasta que se vota, porque, si bien es verdad que todas las encuestas vaticinaban el triunfo del PSOE --hasta las de los medios periodísticos más conservadores, no solo el CIS de Tezanos--, la debacle del PP ha sido imprevisible, y de nada le vale ahora argumentar la división de la derecha, porque la izquierda está aún más dividida.

Es previsible que los resultados del 28 de abril marquen los del 26 de mayo, pero pueden hacerlo en un doble sentido: bien afirmándolos o, por el contrario, resituando el voto si finalmente no fueron los esperados por los electores. Por todo ello, apréstense a votar como si no lo hubieran hecho nunca, porque de los resultados del 26 de mayo dependerá quiénes nos gobiernen los próximos cuatro años y el modelo de ciudad en el que nos vamos a desenvolver. Es decir, que estas elecciones no solo son importantes, sino que en ellas nos jugamos el modelo de vida. ¿Y a quién votar? Eso dependerá de cada uno. De sus expectativas o de su ideología. De su forma de entender la vida en comunidad. Pero, para orientarnos, no estaría mal tener en cuenta los siguientes puntos: su programa electoral, su experiencia de gobierno --o de oposición, no todos han tenido la posibilidad de gobernarnos, pero muchos sí han estado representados en el Ayuntamiento--, su cercanía al ciudadano y su capacidad de diálogo, la determinación para llevar a cabo su programa e imponer el interés general a las exigencias de los grupos de presión, la transparencia y honradez de sus representantes, el desarrollo de cada uno de los barrios y su compromiso con la igualdad y justicia social. ¡Ah!, y desconfíen de las rebajas de impuestos y anuncios similares, que al final representan muy poco para cada uno y nos pueden llevar a la pérdida de servicios básicos. No vayamos a lamentarnos luego.

* Periodista y escritor