Si hay un pueblo que sabe encontrar las oportunidades en medio de las crisis es Lucena. El destino ha querido que sea el fútbol el vehículo de expresión de esa capacidad de regeneración y adaptación de las capacidades a los nuevos entornos. El actual, para qué vamos a engañarnos, no es en absoluto sencillo. La pandemia del covid-19 ha zarandeado las estructuras del mundo tal y como lo conocíamos.

En medio de este escenario de inquietudes y desconfianzas conviene, al menos, aferrarse al pilar de las cuestiones indubitables. En eso el deporte lo tiene más claro que en otras esferas: la principal pregunta se responde en un rectángulo de césped, con un tiempo limitado por el crono y un marcador final que señalará destinos. Dentro de esa burbuja está el Lucena. Ese es su campo. Ahí es donde quiere mandar. Y luego pasará lo que tenga que pasar.

Que el Ciudad de Lucena está capacitado para dar el paso hacia la división superior es un hecho comprobable con la estadística, que no suele mentir aunque expresa verdades a medias. La historia está llena de equipos que solo pudieron presentar números y balances, pero les faltaba el alma. Precisamente lo que le sobra al Ciudad de Lucena, que ha logrado que todo un pueblo se entusiasme con una historia con la que se identifican. Hubo un club que voló alto -llegó hasta la Segunda B- y terminó cayendo con estrépito. Parecía que todo había acabado. Ocurrió en otras ciudades... pero no en Lucena. Con perseverancia y orgullo, la entidad ha logrado recuperar la categoría. Lo de ascender podrá venir ahora o más tarde.

El auténtico valor está en la realidad actual del Ciudad de Lucena, cuyo aspecto y comportamiento en todos los órdenes son los de una institución moderna y con proyección. Está en el camino correcto.

Nadie olvidará jamás el 2020. A quienes no lo están viviendo habrá alguien que se lo contará en el futuro. Fue el año de la pandemia, el tiempo en que todos nos encerramos en nuestras casas y se prohibieron los abrazos. El año en el que el Ciudad de Lucena, a través del fútbol, dio una lección moral de primer orden al aceptar que nada iba a ser como antes pero que hay cosas que ni cambian ni deben cambiar. El deporte sirve para inspirar, claro que sí. Ahí está Lucena, un pueblo que ya ha demostrado -una vez más, en el fútbol también- que no esta dispuesto a rendirse. Suceda lo que suceda en una o dos noches en Marbella.