Quizás el ejemplo más claro del acierto en el cambio de entrenador esté en el filial del Córdoba. El segundo equipo blanquiverde comenzó la temporada de su debut en Segunda División B de forma más que preocupante. En las primeras ocho jornadas no conocía la victoria, solo había logrado un empate y era el conjunto más goleado de la categoría. Tenía el play-out a cinco puntos y la salvación a ocho. La llegada de José Antonio Romero no tuvo un efecto inmediato, de hecho llegó a tener la salvación aún más lejos y su primera victoria no apareció hasta la jornada 14. Con jugadores que además debían ayudar al primer equipo, los movimientos en el mercado invernal terminaron de apuntalar una reacción que ya antes del parón navideño dejó la salvación a cinco puntos y el play-out a cuatro.

La vuelta de hombres como Cabezas o Petcoff o el fichaje de Razak elevaron el nivel de un plantel que veía como Pinillos apenas apareció para irse al primer equipo y también cómo Bernardo seguía los pasos de su hermano Fran en su crecimiento como futbolistas. Los números de Romero son más que significativos: sería sexto en su particular liga. Bajo su mando, el filial se encuentra fuera de los puestos de peligro, aunque con dos compromisos con La Hoya y Albacete, duros, y otro en casa, ante el Arroyo, que podría ser una auténtica final.