Ha sido durante años, puede que demasiados, la imagen sobre la que parte de la afición descargaba la frustración acumulada durante décadas. Una afición que igual que pide -exige- protagonismo de la cantera silba al que ha sido su exponente máximo durante el último lustro. Un símbolo que ha arrastrado durante demasiado tiempo el concepto de "eterna promesa" que no termina de explotar, sin perdón, sin margen, sin excusa. Su gran éxito le metió de lleno en su mayor vía crucis. Tras el ascenso del 2007 varias lesiones de larga duración no le permitieron rendir como a él le hubiera gustado. La defensa que hizo de él el penúltimo presidente tras el encuentro contra el Villarreal B le colocó en el ojo del huracán sin pretenderlo. A partir de ahora la afición deberá buscar otro futbolista sobre el que descargar esa frustración. Se marcha el último símbolo redentor.