AMOR TÓXICO MATERNOFILIAL

Blanca Lacasa, autora de 'Las hijas horribles': "Los hombres pueden decir que su madre es la mejor porque pueden zafarse de esa presencia tan asfixiante"

La escritora y periodista analiza en este ensayo, rico en documentación y testimonios personales, las difíciles relaciones que mantienen las madres e hijas en la edad adulta

La escritora Blanca Lacasa.

La escritora Blanca Lacasa. / JESÚS UMBRÍA BRITO @MILTON_BANANAS

Eduardo Bravo

"La relación entre madres e hijas está programada para acabarse. Cuando la hija ya no necesita ayuda, se tiene que establecer otro tipo de relación que será la que las personas implicadas decidan, bajo los parámetros que consideren y que ya no será como la que tuvieron en la infancia. El problema es que hay madres que no aceptan esa situación por diferentes motivos y hay hijas que, a veces, no nos apetece dejar de ser hijas. Ahí es donde está el quid de la cuestión", comenta Blanca Lacasa, autora de Las hijas horribles (Libros del KO, 2023), un ensayo en el que disecciona las relaciones entre las hijas y sus madres que, en contra de la imagen idílica transmitida socialmente, no son tan satisfactorias y enriquecedoras como podría parecer, sino más tóxicas y opresivas de lo que cabría desear.

"Es un tema que llevaba hablando desde hacía tiempo con muchas amigas. Cada vez que surgía, había cuatro o cinco personas que decían que les había pasado lo mismo. Incluso gente a la que que no conocía de nada, se apuntaba a la conversación de una manera muy ufana, como si por fin pudiera hablar de ello", comenta Lacasa, que fue consciente de la magnitud del problema después de uno de los episodios de La Flaneadora, su programa en M21, la radio del Ayuntamiento de Madrid que podía escucharse en cualquier lugar del mundo por la web de la emisora hasta que el consistorio decidió eliminarla y, con ella, todo el archivo.

"Aunque era un programa local, de repente hubo muchísima gente que me escribió dándome las gracias por hablar del tema y por cuestionar la deificación de la figura de la madre que, en realidad, tiene muchos claroscuros. Para hacer ese programa tuvo mucho que ver la lectura de Apegos feroces de Vivian Gornick, una señora que no es de mi generación, que es neoyorquina, que procede de otra tradición cultural o educacional, pero que contaba lo mismo que me sucedía a mí o que me habían contado amigas. Ahí me convencí de que había un tema a tratar".

Construido como un ensayo literario en el que confluyen referencias a tratados científicos, declaraciones de expertos, canciones de Mari Trini, fragmentos de obras de Jeanette Winterson, Esther Tusquets y diálogos de películas como Corazón salvaje, Mater amatísima Marnie, uno de los aciertos de La hijas horribles es la inclusión de numerosos testimonios de hijas, algunas de ellas ahora también madres, que relatan cómo ha sido la relación con sus progenitoras.

Me di cuenta de que estos testimonios tenían algo de terapéutico, por lo que tenía sentido respetar ese anonimato"

"En un primer momento les propuse que aparecieran con sus nombres reales, pero muchas me decían: 'A ver si va a caer en manos de mi madre y me va a reconocer', a lo que yo pensaba: “A ver, ¿pero cuántas Marías hay en el planeta Tierra?, ¿o Irenes?, ¿o Palomas?' Luego me di cuenta de que estos testimonios tenían algo de terapéutico, por lo que tenía sentido respetar ese anonimato. Además, me gustaba más que todos los testimonios estuvieran al mismo nivel porque, habitualmente, en la literatura confesional sobre madres e hijas todo gira en torno al testimonio de la autora, sea esta Alison Bechdel o Simone de Beauvoir. Para mí es importante que no solamente puedan contar sus historias gente que tenga cierta relevancia y, en ese sentido, el anonimato les ponía a todos al mismo nivel y evitaba que el lector estuviera intentando hacer un ¿Quién es quién?".

Gracias a esos testimonios Las hijas horribles rompe con una de las características de las relaciones tóxicas y opresivas entre madres e hijas y que es una de las causas de que multiplique sus efectos lesivos para las partes: el silencio.

"En el silencio se mezclan muchos factores. Por ejemplo, el miedo, la culpa, que es un sentimiento en el que hemos sido educadas las mujeres, o la vergüenza, por ser una mala madre o una mala hija. Todo eso son herramientas imbatibles de control social o, mejor dicho, de autocontrol social, porque no hace falta que venga alguien a decirte que te calles, sino que tú misma te reprimes y dices: 'Ay, no voy a decir esto'”, explica Lacasa, que destaca cómo ese malestar entre madres e hijas surge de la presión social y tiene un claro beneficiario: los hombres.

Blanca Lacasa publica 'Las hijas horribles' (Libros del KO)./ Jesús Umbría Brito @milton_bananas

"Además de la vergüenza, el miedo y la culpa, a las mujeres nos han transmitido la idea de que somos las encargadas de los cuidados. Para la generación de nuestras madres, las que no hemos tenido hijos estamos un poco incompletas o, mejor dicho, no hemos conseguido completar el ciclo de evolución. Cuando eso sucede y aunque tengas hermanos, te conviertes inmediatamente en cuidadora de tu madre porque, desde pequeña, se te deja claro que has nacido para cuidar a alguien. De esta forma, si no estás cuidando a alguien engendrado por ti misma, tendrás que cuidar a la que te engendró. Cuando esto sucede, la mujer ni siquiera tiene derecho a enfadarse, porque el enfado es un sentimiento aceptado en la psicología masculina, pero no en la femenina".

Este libro apela a las hijas para que dejen de culpar a las madres y se planteen, o nos planteemos, qué podemos hacer nosotras"

Esas diferencias a la hora de relacionarse con sus madres es lo que también permite que los hombres no estén sujetos a esa dictadura materna. Ellos no solo son más libres sino que acostumbran a perpetuar la glorificación de esa figura materna con lo que contribuyen a la opresión de madres y hermanas. "Ellos pueden decir que su madre es la mejor e incluso hacerse esos tatuajes de Amor de madre que se hacían antes, porque pueden zafarse de esa presencia tan asfixiante e incluso de esas exigencias sociales que se aplican a las madres pero no a los padres. Todos sabemos las cualidades de la madre perfecta, pero ¿cómo es el padre perfecto? En este caso no existe un canon y, de hecho, con hacer cuatro cosas y sacar a los niños el sábado a dar una vuelta, te convertías en el padre enrollado y habías cumplido".

Portada de ‘Las hijas horribles’, de Blanca Lacasa. / ARCHIVO

A pesar de lo complejo de la situación, Blanca Lacasa es optimista en lo que se refiere a reencauzar las relaciones entre madres e hijas. "Creo que las hijas que ahora son madres y que tienen mucho de esto en el ADN, están intentando cambiar esos comportamientos para no repetirlos con sus hijas y, en la medida de lo posible, arreglar las situaciones con sus progenitoras. Para empezar, hay que liberar a las madres de esa presión que las obliga a ser perfectas y, a continuación, las critica cuando no lo consiguen. De hecho, este libro apela a las hijas para que dejen de culpar a las madres y se planteen, o nos planteemos, qué podemos hacer nosotras, desde el momento en que son nuestras vidas y, por tanto, nuestra responsabilidad. De no hacerlo así, estaremos haciendo como hijas lo mismo que criticamos en nuestras madres: quejarnos porque no cumplen con nuestras expectativas. Algo que, en el fondo, es más frecuente de lo que parece porque las relaciones entre madres e hijas son un permanente juego de espejos".