Al margen

Mi amigo Martín

Se le recordará como el empresario que regaló a la ciudad de Córdoba una nueva vida para sus cines de verano

Martín Cañuelo, en el cine de verano Coliseo.

Martín Cañuelo, en el cine de verano Coliseo. / Francisco González

Los amigos están en las duras y las maduras. Y Martín Cañuelo siempre estaba ahí. Cuando lo necesitabas siempre respondía. Ya fuese mientras rodábamos facilitando sillas de su amado cine Santa Rosa de verano, o mucho más tarde, a la hora de cobijar todos mis archivos y materiales. Abnegado amigo, desinteresado, generoso y mucho más sabio de lo que parecía. Porque, aunque se le recuerde como el empresario que regaló a la ciudad de Córdoba una nueva vida para sus cines de verano (la aventura cultural más importante que se ha llevado a cabo en Córdoba en muchos años), hay un pasado en este gran hombre de cine que cimentó lo que luego fue.

Cuántas veces disfrutamos, gracias a su empeño, del cine-club en la Escuela Normal de Magisterio allá por los años ochenta, la época de sus estudios universitarios, ofreciendo estrenos que convocaban a todos los amantes del buen arte cinematográfico; lo recuerdo orgulloso de la premier en Prénom Carmen de Godard, o cuando Empezar desde tres, comedia italiana de un entonces desconocido Massimo Troisi... y tantos filmes de autor que degustamos en su compañía y bajo su dirección y programación. Luego se arriesgó en la gestión del Cine Santa Rosa y hasta su cierre (que sufrió con dolor) optó por títulos de autores que nadie se atrevía a proyectar: Oliveira, Buñuel, Érice, Kiarostami...

Entonces vino la recuperación y digitalización de esos locales al aire libre que han sido los oasis cinematográficos de esta ciudad. Su sentido de la responsabilidad y de servicio público era tal que estaba pendiente hasta del último detalle. Y amplió la oferta programando cine silente musicado, conciertos y espectáculos culturales de todo tipo.

Tan importante era la película como esa larga conversación que manteníamos siempre, donde la cultura se mezclaba con mutuas confesiones, mientras esperaba a su inseparable Mari Carmen (su gran complemento vital). Queda su recuerdo, el de un hombre bueno en el mejor sentido de la palabra, y el gran archivo que fue creando con mimo y amor.

Por eso y tantas otras cosas, muchas gracias.

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