Sufre dolor crónico desde 2014, tiene diagnosticados síndromes considerados enfermedades raras que la alejan de una vida normal y, además de feminista, también es una activista del conocimiento y abordaje del dolor de las mujeres. Este tema centró el primer poemario de la cordobesa Ana Castro, El cuadro del dolor, y el segundo, La cierva implacable, con el que ha obtenido el premio Ricardo Molina de Poesía en su última edición, también tiene que ver con esta situación que la acompaña constantemente, pero esta vez lo enfoca de forma distinta, centrándose en la desestructuración de las familias, lo que esperamos de las personas que nos acompañan a lo largo del camino y de la importancia de la familia elegida más allá de la sangre. Este reconocimiento, asegura la poeta y colaboradora de CÓRDOBA, ha supuesto «un nuevo impulso» para esta luchadora que ha encontrado en la poesía una forma de sobrevivir a su implacable enfermedad.

Acaba de ganar el Premio Ricardo Molina con el poemario ‘La cierva implacable’, su segundo libro de poemas. ¿Qué significa para usted este reconocimiento?

Yo opté con este poemario al premio Adonáis, pero el libro ha cambiado mucho desde que quedó finalista de ese galardón hasta que lo presenté al Ricardo Molina. Ha pasado por muchas revisiones porque yo soy una persona muy perfeccionista y este reconocimiento ha sido una gran ilusión que ha llegado en un momento en el que necesitaba un impulso. Supone algo muy importante para mí porque mi maestra, Juana Castro, lo ganó hace apenas unos años, y tener el honor de recibir el mismo galardón que ella obtuvo por Antes que el tiempo fuera, que probablemente sea su mejor poemario, me hace sentirme halagadísima. Por otro lado, me siento muy horada por el jurado del premio, personas a las que admiro.

¿Por qué necesitaba ese impulso?

Por mi momento vital. Mi vida no es sencilla, vivo con dolor las 24 horas del día, vengo de pasar dos años muy difíciles recibiendo malas noticias médicas, y ver de repente una luz en la poesía, que al fin al cabo es lo único que me queda, a lo que aferro y donde veo la luz, supone un soplo de aire.

Tras ‘El cuadro del dolor’, donde tuvo la valentía de contar lo más duro de su vida, el dolor crónico que la acompaña, ¿en qué centra ahora sus poemas?

La cierva implacable es un libro que necesitaba escribir para seguir adelante. También está centrado en el dolor, pero en uno totalmente distinto, el dolor familiar. Habla mucho de cómo nos afecta la desestructuración de las familias, lo que esperamos de las personas que nos acompañan a lo largo del camino y de la importancia de la familia elegida más allá de la sangre.

¿Hay un mensaje esperanzador en esos poemas?

Sí, desde luego. Eso es importante para mí.

Las cosas no existen si no las nombras. ¿Qué quiere visibilizar con este poemario?

En La cierva implacable reivindico que las cosas suceden y no deben caer en el silencio, que, como decía Wislawa Szymborska, después de cada guerra alguien tiene que limpiar, las cosas no se arreglan solas. Este es un libro de limpieza por mi parte para sobrevivir. Una Ana se coloca por encima de mí, por así decirlo, y me dice ‘Ana, levanta’, pero no soy capaz de levantarme. Después me dice ‘cierva, levanta’, y entonces lo consigo, sobrevivo y sigo caminando.

¿Escribe para sobrevivir o vive para escribir?

Escribo para sobrevivir, ahora mismo la poesía lo es todo para mí.

¿Cómo es su proceso de creación de un poemario? ¿La inspiración viene o va usted a por ella?

Cada poeta lo concibe de una manera distinta. En mi caso, mi poesía es muy autobiográfica y son las palabras, los poemas, los que llegan a mí y con el tiempo entiendo en ellos la verdad de muchas cosas que en ese momento no soy capaz de ver.

Nunca le ha importado que le llamen la poeta del dolor, pero, ¿le gustaría abandonar ese cliché?

Me da igual. Todo lo que sirva para visibilizar el dolor femenino me parece bien. Además, es una condición indisoluble de mi persona que condiciona cada recital y cada acto en el que participo. Condiciona mi propia escritura, mi existencia. Obviamente, no me puedo desligar del dolor. Entiendo lo malo de los encasillamientos, pero cuando la vida te ha puesto al borde del precipicio tantas veces hay muy pocas cosas que importen, y los clichés no son nada.

Como feminista, siempre ha denunciado la desigualdad en la literatura. ¿Va ganando visibilidad la mujer en este mundo?

Va ganando visibilidad, pero no lo suficiente todavía. Hay un ejercicio muy importante de reivindicación y de memoria, de justicia poética que hay que hacer rescatando la voz de todas nuestras maestras, y en este caso la editorial Renacimiento está haciendo una labor encomiable, pero esta voluntad de ensalzar a las mujeres también está haciendo que a muchas poetas jóvenes que no reúnen la calidad suficiente se las premie por el hecho de serlo.

¿En qué poemas trabaja ahora?

Ahora estoy trabajando en un nuevo poemario que supone todo un reto porque rompe con toda mi poética hasta ahora para abrazar lo pop y transmitir a través de ello sentimientos muy hondos.