Estos días es un estado unánime en las personalidades de la música y las instituciones que la soprano transformó con su talento; conmoción. Carmen Blanco fallecía el sábado a los 92 años, habiendo afrontado dos roturas de cadera, aunque solo una cosa pudo con su espíritu inquebrantable y es la pérdida de la voz. "Hace cinco semanas no pudo cantar y creo que eso le hizo pensar que le había llegado la hora y este tránsito debió hacerlo con una paz total porque cada vez que articulaba una palabra lo hacía para expresar tranquilidad y amor a los demás", reconocía emocionado Andrés Cosano. 

El pianista cordobés, como tantos talentos nacionales e internacionales junto a los que cantó, destaca de la soprano "una técnica excepcional" que mantuvo "en perfecto estado" hasta el final. "Ella misma me decía que estaba muy bien de la voz y soltaba sus gorgoritos", añade Cosano. Pasaba del canto a la zarzuela como si nada y, con habilidad poliédrica, bordaba el lied alemán. Incluso trabajó con la encargada de introducir este género en España, la soprano y pianista Conchita Badía.

Pero si de algo se prendaba el público era de su talento genuino, esa "esencia andaluza" que acompañaba a la "teatralidad" de la que impregnaba a los personajes. Para el tenor Pablo García-López ella era "la dama del canto que siempre transmitía elegancia". Este joven cantante de ópera es claro cuando le preguntan por el impacto de esta pérdida, que "Supone el fin de una época cultural, dada su relación estrecha con Ramón Medina, Ginés Liébana y el grupo Cántico", asegura. Más aún, ella es "el puente de unión entre la tradición y lo nuevo, que supo adaptarse a todos los momentos de la música". Guardaba un archivo de vivencias y sabiduría que nunca se quedaba para sí misma. Se entregaba a sus alumnos del conservatorio con la misma alegría que a sus compañeros del coro o a la organización de las actuaciones benéficas en las que participaba motivada por la pasión hacia el cante. De ahí que sus compañeros de profesión no paren de repetir la misma palabra para describirla: generosidad.

Podría haber girado por todo el mundo- la invitaron a cantar en Italia, México o Suiza- pero prefirió a su familia, sus circunstancias, su vida en Córdoba. Regaló a la ciudad y a su pueblo, La Rambla, todo lo que su garganta dio de sí. "Fue una gran embajadora y siempre llevó a La Rambla por delante. Por eso aquí estamos muy afectados, porque ella es nuestra hija predilecta y medalla de oro", reconoce el alcalde de la localidad, Jorge Jiménez Aguilar, agradecido de haberla conocido y haber asistido a sus recitales en las iglesias, en el teatro local o incluso como pregonera de las Fiestas de San Lorenzo. Será allí, en el cementerio de La Rambla, donde la soprano recibirá sepultura aunque este lunes a las 13.00 horas se celebre una misa en su honor en la Iglesia de San Miguel. No será la única ofrenda que reciba de parte de la cultura cordobesa. El que fuera presidente del Círculo de la Amistad y actual presidente del Ateneo de Córdoba, Federico Roca, asegura un homenaje por parte del Ateneo para la próxima primavera, ya que "ha sido una soprano excepcional, cariñosa, cercana y de gran calidad humana que merece este recuerdo tanto como Antonio Gala", declara.

Aunque el mejor regalo es permanecer en el recuerdo de quienes se han cruzado por una vida como un rostro amable, una presencia esencial. "La conocí desde pequeño, cuando asistía a sus clases, hasta que fuimos compañeros docentes y siempre le oí palabras amables de generosidad. Por su carácter abierto, era capaz de aglutinar a personas de diferentes generaciones", recuerda el catedrático de piano y director del Festival de Piano Rafael Orozco, Juan Miguel Moreno Calderón.

A la soprano cordobesa Auxiliadora Toledano ganadora, entre otros premios, del Princesa de Girona, la noticia de que su segunda madre había fallecido le pilló entre bambalinas, durante un descanso del ensayo general de Don Giovanni. Tuvo que salir a actuar de nuevo, con mucha dificultad, y terminó con lágrimas. Las que luego no pudo reprimir y trata de contener al hablar de Carmen Blanco. "Ella vio en mí todo el potencial cuando la conocí de niña, al entrar al Coro de ópera y ha sido un apoyo en los momentos difíciles", asegura. Pensaba dedicar las próximas actuaciones que tiene programadas en Oviedo a la cantante de Ópera Teresa Berganza, quien fue compañera de Carmen Blanco. Sin embargo, cuando suba al escenario sabe que su voz no será solo suya. Allí habrá alguien más, sonriendo desde lo alto, feliz de haber contribuido con creces al curso inmortal de la historia de la música.