Aunque la poesía, desde hace muchas décadas, fue el género literario más brillante, o más destacado, en el territorio andaluz, también la novela ha venido dando grandes nombres, muchos de ellos a un nivel nacional e internacional, nacidos en nuestra región el pasado siglo.

Ya en la segunda mitad de los años 80 surgió el novelista más importante de esta tierra: Antonio Muñoz Molina, autor de libros ya clásicos y fundamentales para entender la historia literaria de nuestro país. Entre ellos destacan El jinete polaco, El invierno en Lisboa, Sefarad o su más reciente Volver a dónde (Seix Barral, 2021), una crónica narrativa apasionante, agridulce y lumínica de la realidad que hemos vivido en los últimos meses tras la aparición del covid. Otros narradores andaluces destacados en las décadas últimas, de prestigio contrastado, son Antonio Soler, Justo Navarro, Felipe Benítez Reyes y Eduardo Mendicutti, entre otros nombres, todos ellos autores de una obra narrativa de calidad.

Por otro lado, en los últimos lustros han venido surgiendo jóvenes autores andaluces con acento propio y enorme solvencia literaria; entre ellos destaca el cordobés Joaquín Pérez Azaústre, autor de novelas como América, con la que obtuvo una mención especial del Premio Biblioteca Breve; El gran Felton, publicada, como la anterior, en Seix Barral, o La suite de Manolete, con la que obtuvo el Premio Fernando Quiñones de novela, editada en Alianza Editorial.

Después de estos títulos, el autor cordobés dio a la luz dos novelas fundamentales en su trayectoria, Los nadadores (2012) y Corazones en la oscuridad (2016), ambas en Anagrama; la primera de ellas ahonda en la soledad del hombre contemporáneo, y lo hace, además, construyendo un excelente relato lleno de guiños melancólicos, de claves simbolistas y kafkianas. Su novela más reciente, Atocha 55, que apareció el pasado año en Almuzara, tras haber obtenido el Premio Albert Jovell, es un magnífico relato de hondura sicológica que nos sumerge en la trágica historia del asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, acotando en el libro un espacio histórico difícil de nuestro país, el del tardofranquismo y la transición.

El escritor Salvador Gutiérrez Solís.

En la actualidad, como ocurrió en su día con Antonio Muñoz Molina, Pérez Azaústre ha demostrado a lo largo de estas dos últimas décadas ser el novelista joven andaluz de calidad literaria más firme e insoslayable, alternando su obra narrativa con la escritura poética, campo en el que ocupa un puesto importante a nivel nacional.

La escritora Sara Mesa. Córdoba

Coincidiendo en el tiempo con el escritor citado, otro nombre señero en la narrativa andaluza más reciente es el de Sara Mesa, una novelista y narradora singular que, desde hace unos años, ha venido ofreciéndonos obras literarias muy atractivas, escritas en un tono sencillo, sincopado, que han sido muy bien recibidas y celebradas a nivel de crítica literaria y de lectores. Toda su obra narrativa, hasta el momento, está traspasada por un halo tembloroso de añil sencillez, de síntesis expresiva muy notable, de pasmosa y vehemente naturalidad.

Así vemos en los cuentos de su libro Mala letra (Anagrama, 2016), una de sus mejores obras narrativas, el dibujo preciso, tierno y misterioso de una galería de insólitos personajes, todos ellos, no obstante, aferrados como brotes vaporosos de juncos flexibles, a una dura realidad que la narradora muestra con fluidez, sin ningún recoveco, con ágil claridad. Sara Mesa, en esta y otra obra cualquiera de las suyas, como, por ejemplo, en su libro Cicatriz (Anagrama, 2015), nos ofrece una magistral visión, ácida y crítica, de la sociedad actual, del género humano, tan vacío de espíritu, brutalmente individualista e insolidario, tan mediatizado por las prisas, el consumismo y la falta de compromiso ético y moral con la realidad que nos rodea.

En su novela más reciente, Amor, publicada el pasado año en Anagrama, la autora nos muestra una historia de amor sucedida en un pequeño núcleo rural, un relato lleno de silencios y equívocos, de prejuicios y transgresiones, como muy bien se apunta en la contraportada del volumen.

La autora Elena Medel. Córdoba

Dos nombres también muy destacables de la narrativa andaluza en las dos últimas décadas son los del cordobés Salvador Gutiérrez Solís y la sevillana Eva Díaz Pérez. Del primero destacaríamos sus novelas El orden de la memoria (Destino, 2009), El escalador congelado (Destino, 2012) y su más reciente, El lenguaje de las mareas (Almuzara 2020). En cuanto a Eva Díaz Pérez, escritora de raza, sus títulos más señeros son Memorias de cenizas (Fundación Lara, 2005), El club de la memoria (Destino, 2008) y El color de los ángeles (Planeta, 2017).

Otro autor andaluz, al menos de residencia (vive en Sevilla), que irrumpió con muchísima fuerza en las letras hispánicas es Jesús Carrasco, quien hace unos años consiguió con Intemperie (Seix Barral, 2013), su primera novela, un fulgurante éxito de ventas y de lectores, consiguiendo un puesto privilegiado en el ranking de los mejores narradores del momento. Intemperie narra la historia de un niño perseguido por un aguacil y otros personajes siniestros que se mueven en un escenario campesino atípico e intemporal.

En su libro siguiente, La tierra que pisamos (2016), el autor nos presenta una historia menos lineal y mucho más compleja, sin llegar a conseguir, no obstante, la precisión narrativa y poética de su novela anterior. El último título de Jesús Carrasco es Llévame a casa (2020), publicado en la misma editorial que sus anteriores novelas. A nuestro modo de ver, ninguna de las dos últimas obras de Carrasco ha llegado a funcionar como su primera, con la que consiguió un número inmenso de lectores.

La escritora Eva Díaz Pérez. Córdoba

Después de Carrasco, han surgido otras jóvenes voces narrativas de Andalucía con muchas cosas interesantes que decir. Entre ellas destacan la del escritor sevillano Álex Prada, que debutó con una novela formidable, Comida y basura (Seix Barral, 2020), ampliamente reseñada en su día en este suplemento, y el almeriense Juan Manuel Gil, que obtuvo el prestigioso Premio Biblioteca Breve con Trigo limpio (Seix Barral, 2021), una novela peculiarísima que se centra en la evocación de los juegos y peripecias de una pandilla de amigos en el barrio periférico de una ciudad del sur.

El escritor Joaquín Pérez Azaústre. Córdoba

Con un argumento muy distinto al de la anterior novela, la escritora granadina Cristina Morales consiguió con su libro Lectura fácil (Anagrama, 2018) el Premio Herralde de Novela y al año siguiente, 2019, el Nacional de Narrativa. En la misma editorial, Anagrama, publicó la cordobesa Elena Medel, poeta y editora de La Bella Varsovia, su primera novela Las maravillas (2020), con la que obtuvo el prestigioso premio Francisco Umbral.

Por último, es justo citar la labor narrativa del escritor también cordobés Vicente Luis Mora, autor, además de poemarios y ensayos, de dos novelas muy distintas y peculiares, Fred Cabeza de Vaca (Sexto Piso, 2017) y Centroeuropa (Galaxia Gutenberg, 2020).