En pocas ocasiones en los suplementos de libros se escribe o hace crítica sobre el teatro contemporáneo andaluz. Es como si se invalidara ya la lectura de las obras dramáticas y solo se dejaran al albur de si se representan o no. Es una idea que debería cambiar en los suplementos de libros porque el teatro leído es algo fundamental. ¡Cuántas obras teatrales se escriben y no se representan! La gran mayoría. Pero su riqueza literaria está ahí para acompañarnos. Y, sin embargo, quedan casi en el olvido para los lectores. Así que desde estas páginas de inicio animo a ello y celebro la ocasión de Cuadernos del Sur para hablar sobre el teatro andaluz.

El autor Romero Esteo. Bernardo Rodríguez

Durante estos treinta y cinco años ha habido y hay en Andalucía un gran número de autores que son perfectamente desconocidos para el público que no está dentro del ámbito teatral y, sin embargo, bastante representados como Agustín Gómez Arcos, Jesús García Campos, José Luis Miranda, Carmen Pombero; otros, algo más conocidos, Antonio Onetti, Alfonso Zurro, Alberto Conejero o Juan Carlos Rubio en los últimos tiempos; y los que han tenido un mayor número de representaciones y proyección como Antonio Gala (el que más con diferencia), Martín Recuerda o Salvador Távora.

El autor Martín Recuerda. Bernardo Rodríguez.

Si tomamos como base de datos para nuestra reflexión la información del directorio de dramaturgos andaluces que recoge el Centro de Investigación y Estudios de las Artes Escénicas de la Junta de Andalucía, veremos la riqueza de escritoras y escritores que están desarrollando actualmente su obra. Sirva de muestra un último volumen, Teatro para una crisis (2020), publicado por la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, donde a una serie de dramaturgos se nos pedía que escribiéramos una obra breve sobre la crisis de la pandemia y en el que aparecían hasta ochenta y tres nombres; sin embargo, el número es mucho más amplio, pues en la actualidad residen hasta doscientos ochenta y tres autores (sin contar los que viven fuera de Andalucía) que escriben habitualmente, la mayor parte desconocidos completamente.

El autor Salvador Távora. Bernardo Rodríguez

Hay que empezar aclarando que la estética del teatro andaluz no difiere, en líneas generales y más allá de peculiaridades folclóricas, de la que se da en el resto del país. Por otra parte, conviene distinguir el teatro de autor del que se crea en torno a la puesta en escena. Hay una gran variedad que va del teatro de autor a la danza; de los títeres al clown o las propuestas infantiles; las farsas y el drama… pero es evidente que las compañías prefieren guiones propios o textos clásicos a teatro de autor.

En cuanto a la promoción de los espectáculos, ha sido decisiva la intervención del capital público en los últimos treinta años, pero con un exceso de institucionalismo. Tanto ayuntamientos como diputaciones han subvencionado montajes o representaciones y esto ha permitido acercar el teatro a un amplio espectro de público, lo que ha generado una riqueza y diversidad en las propuestas creadoras habitualmente centradas en el mundo contemporáneo y en temáticas de nuestra cotidianidad. Sin embargo, es obvio que se ha abusado de espectáculos y montajes por encargo de instituciones públicas, y esto debería evitarse al máximo, dejando a los creadores y compañías mayor libertad.

Entre las que han tenido un papel decisivo se encuentran Histrión, con Gustavo Funes; La Pupa, de Sevilla, compañía reconvertida bajo el nombre Producciones La Imperdible; La Zaranda, de Jerez, con Eusebio Calonge y Paco Sánchez; Atalaya, de Sevilla, con un método cercano a la Biomecánica de Meyerhold; Tríade Teatro, de Sevila, con Miguel Cegarra; Los Ulen, de Sevilla, ha trabajado desde sus orígenes con el alemán Fridhelm Grube la técnica del clown; La Tía Norica; Etcétera, de Enrique Lanz; El Espejo Negro ha adquirido renombre internacional con sus montajes de títeres para adultos, dirigido por Ángel Calvente; Axioma, de Almería, de Teatro de Calle; y, por supuesto, el Teatro del Velador, con Juan Dolores Caballero. Pero también TNT (Territorio de Nuevos Tiempos), de Sevilla; Laboratorio de formación e investigación; Q Teatro, de Granada con Sara Molina; La Cuadra, la Compañía con José Heredia Maya; Teatro Estudio Lebrijano, Andante Teatro, con Jesús Domínguez, en Huelva; La Jácara, de Sevilla; Teatroz, con Juan M. Lara; Lajarana; Valiente Plan, la Compañía Manuel Monteagudo... De gran interés las producciones del Centro Andaluz de Teatro, que dedica sus esfuerzos a estrenar a autores andaluces.

Hay autores que han sido un referente durante mucho tiempo como Gala, Martín Recuerda, Romero Esteo, Távora y Agustín Gómez-Arcos, muy valorado en Francia. Son escritores que han quedado ya en la historia del teatro contemporáneo español por su riqueza literaria, aunque algunos de ellos como Romero Esteo, Premio Europa de Teatro, apenas representados.

"Hay autores que han sido un referente durante mucho tiempo como Gala, Martín Recuerda, Romero Esteo, Távora y Agustín Gómez-Arcos"

Entre los nacidos en los treinta y cuarenta podemos señalar, aparte de Gómez Arcos, a Jesús Campos García, con un teatro crítico y sarcástico; a Alfonso Jiménez Romero, con un lenguaje ritual que incorpora el flamenco; a José Luis Miranda, con un rico lenguaje colorista e importantes premios; Jesús Domínguez, con un teatro combativo y de agitación social; los cordobeses Francisco Benítez, ligado al grupo La Buhardilla y Fernando Almena con su orientación hacia el público infantil; Enrique Morón, Salvador Enríquez, Manuel de Pinedo, José M. Padilla…

Entre las generaciones nacidas entre los años 50-60 podemos destacar al salmantino afincado en Sevilla Alfonso Zurro, con las farsas de tradición popular; a Antonio Onetti, con un teatro realista, lenguaje directo y temáticas de nuestra realidad social más inmediata; el cordobés Antonio Álamo con un teatro político simbólico; un enfoque sarcástico y muy sugerente de Juan Carlos Rubio; la visión crítica de Adelardo Méndez Moya; la farsa alegórica e irónica de José Moreno Arenas; el teatro caníbal de Morales Lomas; la estética kitcht y fantástica de Juan García Larrondo; pero también Antonio Estrada, Tomás Afán, Manuel Gahete, Emilio Ballesteros, Gracia Morales, Belén Boville Luca de Tena, Lola Vico, Rosario Lara, Pepa Gamboa, Mercedes León, Desirée Ortega, Mª Jesús Bajo, Felisa Romero, Isabel Martín Salinas, Belén Pérez Daza, Carmen Losa, y un largo etcétera.

Por último entre los nacidos en la década de los setenta y ochenta Alberto Conejero y Carmen Pombero son actualmente los que poseen una proyección nacional más precisa; pero también habría que citar a Antonio Hernández Centeno, Gonzalo Campos Suárez, Rafael Ruiz Pleguezuelos, Miguel Ángel Jiménez Aguilar, Antonio César Morón, Pablo Bujalance, Esther Garboni, Javier Berger… En definitiva, un teatro de gran proyección y riqueza que, salvo casos excepcionales, es el gran desconocido y que haríamos bien en difundir y leer, ya que su representación en muchas ocasiones es inviable.