Las cofradías cordobesas y su implicación en la fiesta de las cruces

Este año se cumplen cien años de la fiesta de las Cruces de Mayo, una celebración que a lo largo de estos años ha cambiado sustancialmente perdiendo prácticamente la esencia de aquellas primeras cruces que se montaban por lo general en recintos interiores, cruces en las que predominaba, como es lógico, el ambiente festivo, pero que estaban muy alejadas de lo que hoy se puede ver.

Origen religioso

Como otras muchas fiestas, las Cruces de Mayo tienen un origen religioso en relación con la Resurrección de Cristo y en torno a la festividad de la fiesta de la Invención de la Cruz, el día 3 de mayo, en la que la Iglesia celebra el momento en que Santa Elena, madre del emperador Constantino, halló la cruz en la que había sido crucificado Cristo. Alrededor de esta fiesta se levantaban cruces que se adornaban con flores. Así, como recoge la prensa de finales del siglo XIX, los cordobeses salían a los campos a recoger flores para adornar el árbol santo de la cruz, una práctica que se hacía en todas las casas, desde las más importantes hasta las más humildes colocando sobre una mesa una colgadura sobre la que se situaba el signo de la cruz adornado con flores.

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Hoy, sin embargo, la fiesta de la Cruz constituye una celebración al margen del santoral. Tanto es así, que ni tan siquiera el concurso de cruces coincide con el día 3 de mayo. Una celebración con una raíz religiosa, como vemos, que con el paso de los años ha sido potenciada por las cofradías, auténticas dinamizadoras de una celebración que sería imposible de comprender sin su participación. No olvidemos que hoy en día alguna de las cruces más populares como la del Bailío o la de Santa Marina vienen de la mano de cofradías; cruces instaladas como modo de financiación, qué duda cabe, pero también como forma de preservar una tradición en cierto modo unida a la Semana Santa. 

Gran ambiente de mediodía en las Cruces de Mayo

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Un total de 25 cruces cofrades se pueden ver este año en distintos enclaves de la ciudad tanto antiguos como modernos. Así, en el casco histórico se encuentran las cruces de las hermandades de la Salud de Puerta Nueva, en la plaza de la Magdalena; la Soledad, en la plaza de la Lagunilla; la Paz, en la Cuesta del Baillío; el Nazareno, en la plaza del Padre Cristóbal; el Buen Suceso, en la plaza Poeta Juan Bernier; la Sentencia, en la plaza de San Nicolás; la Expiración, en Santa Marina; las Penas de Santiago, en la plaza de San Andrés; la Santa Faz, en la Compañía; el Císter, en la plaza del Cardenal Toledo; el Huerto, en la plaza de la Tierra Andaluza; el Socorro, en la plaza del Socorro; la Misericordia, en la plaza de San Pedro; el Calvario, en la plaza de las Cañas; el Resucitado, en la plaza del Conde de Priego; el Cristo de Gracia, en la calle el Queso; los Dolores, en Capuchinos; el Prendimiento, en María Auxiliadora; el Santo Sepulcro, en el Triunfo de San Rafael; la Esperanza, en la calle Zarco; o el Amor, en el entorno de La Calahorra.

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También en las zonas modernas encontramos la cruz de la hermandad de la Cena, en Poniente; el Descendimiento, en los Jardines del Rocío; la Merced, en los jardines del Músico Pedro Gámez Laserna (Lepanto); o el Caído, en la plaza Flor del Olivo. Y fuera de concurso se encuentra la de la hermandad de la Entrada Triunfal en la plaza de San Agustín.

Unas cruces que ponen de manifiesto la importancia del movimiento cofrade en el tejido asociativo de la ciudad.

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