Justicia juvenil

«Antes estaba donde no debía estar»

Jóvenes relatan los efectos positivos de su paso por los centros de menores infractores

Alumnos asisten a clase en el centro de internamiento Medina Azahara de Córdoba.

Alumnos asisten a clase en el centro de internamiento Medina Azahara de Córdoba. / A.J. González

Pilar Cobos

Pilar Cobos

«Al principio estaba muy callado y muy asustado, no sabía cómo era esto, después ya lo sabes. Lo más difícil es cuando sales y tienes que volver», afirma David, uno de los jóvenes atendidos en el centro de internamiento para menores infractores Medina Azahara. Al comentar su experiencia, destaca que se está preparando la prueba para lograr la titulación de la ESO y que, desde el pasado enero, trabaja «en una taberna de prestigio» en Córdoba, donde «están muy contentos conmigo». 

Hasta llegar aquí, sin embargo, lo ha pasado mal. «Antes de entrar (en el centro) ya estaba en un ambiente donde no debía estar. Mi familia, desestructurada, y estaba todo mal, la verdad. Cuando vine, empezaron a trabajar con mi familia y gracias a eso tengo amistades en mi familia que no sabía que estaban ahí y ahora, como nadie», valora.

Este menor admite que «de vez en cuando, aquí, como son muchas normas y no te gusta hacer el 99% de las cosas, se te puede hacer pesado, pero son pequeñas cosas comparado con todo lo que me han ayudado». En este sentido, afirma que el paso por el centro, «en mi caso, me ha venido bien, y en la mayoría de los casos por lo que veo». Sin embargo, no todo ha sido fácil. David recuerda que «tuve una recaída, debido a un problema con mi madre, y tuve que pedir una autorización al juez para que me dejara ver a mis abuelos. Mientras que llegaba, estuve bastante, bastante mal. Estoy muy agradecido, porque muchas personas se pararon mucho a hablar conmigo. También hablaban con el abogado y, al final, consiguieron que pudiera salir con mis abuelos de permiso. Ahí es cuando he vuelto a ir rodando». David admite que «como yo estaba antes de entrar, no hubiera buscado trabajo ni hubiera encontrado lazos familiares tan fuertes como ahora, que no sabía que tenía. Tampoco hubiera sabido resolver todos los problemas que he tenido. Ya estaba en un plan de dejadez, de que pase lo que tenga que pasar, pero yo no voy a hacer nada por cambiarlo». 

Dos chicas estudian peluquería en el CIMI Sierra Morena.

Dos chicas estudian peluquería en el CIMI Sierra Morena. / A.J. González

Formación y cambio

En la misma línea, tres alumnos del taller de artes gráficas del CIMI Sierra Morena subrayan el impacto positivo de la formación para su presente y su futuro. De este modo, además de que «lo pasamos bien» en esta actividad, comentan que este aprendizaje les brinda una oportunidad en el mercado laboral. 

La educación y la preparación para el trabajo son dos ejes fundamentales en la labor de los CIMI. Así, los jóvenes atendidos continúan la educación obligatoria y, en función de su edad, también pueden prepararse para el acceso o realizan otras formaciones, incluida la universitaria. El director del CIMI Sierra Morena, Javier Borque, explica que imparten cuatro certificados de profesionalidad: dos de administración, uno de peluquería y otro de reprografía, que se pueden obtener de forma paralela a la Secundaria. Entre otras iniciativas como los talleres o los programas que abordan diferentes disciplinas, también cuentan con 14 cursos de formación profesional para el empleo. El año pasado, 28 jóvenes obtuvieron un certificado de profesionalidad. 

Trabajo en artes gráficas en el CIMI Sierra Morena.

Trabajo en artes gráficas en el CIMI Sierra Morena. / A.J. González

La actuación es similar en el CIMI Medina Azahara, donde su director, Manuel Garramiola, detalla que «estamos homologados para impartir certificados de profesionalidad en jardinería y viveros; limpieza de mobiliario y edificios, y administración». 

Entre otras cuestiones, este responsable apunta que «tenemos una red bastante potente de entidades con las que enviamos a los chicos a formarse y otra de entidades que colaboran contratando. Ha habido años con hasta 65 contratos y estos son chicos que están trabajando en el entorno», subraya. A las formativas se suman otras iniciativas como las relacionadas con el deporte y el ocio, o el abordaje de los delitos y la atención a las carencias de estos menores. «Una de las claves del sistema de Justicia juvenil es que te permite cambiar a mejor la vida de la gente», afirma Manuel Garramiola. 

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