Entrevista | María José Polo Ingeniera hidráulica

«La cuenca del Guadalquivir está sobrepasada, no nos dará más agua»

«No se puede crecer de esta forma. Hay que diversificar y saber que habrá años sin poder regar» , afirma

María José Polo y la capacidad de embalse en la cuenca del Guadalquivir

A. J. González

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Sabe que algunas de sus declaraciones no sientan bien entre algunos sectores del mundo agrícola, pero María José Polo (Córdoba, 1969), ingeniera hidráulica y catedrática de la UCO, lo suelta a las claras: en la cuenca del Guadalquivir ya no caben más pantanos. Los regantes se fijan en el sur de Portugal o en Badajoz, provincia donde el ambicioso plan franquista de cultivos e industria fracasó en sus objetivos, y quieren lo mismo. Pero esto, Andalucía en general y Córdoba en particular, no es lo mismo. Para empezar, llueve poco, y debemos acostumbrarnos a ello. Y para terminar la cuenca está saturada de embalses para los recursos hídricos disponibles. Se puede y se debe explorar otras alternativas para paliar la escasez de agua.

-¿Hay suficiente agua embalsada en la cuenca del Guadalquivir?

-La capacidad de la cuenca claramente no es suficiente para atender todas las demandas, de lo contrario no tendríamos el problema que tenemos ahora mismo. Ahora bien, no le podemos pedir más a la cuenca. Ningún modelo dice que vaya a llover más, algunos dicen que menos y otros lo mismo pero de forma desigual. Si no esperamos más agua, hacer más embalses no es la solución. Hay que remodelar el sistema de consumo, consumir menos. La cuenca está sobrepasada, no nos va a dar más agua. Tenemos embalses inmensos y aun así tenemos escasez. ¿Puede sostener más embalses? Lo dudo. Hacer más pantanos equivale a quitar agua de otros sitios. De los cauces, de la que humedece el suelo cuando llueve, de los acuíferos, de las riberas...

-Los regantes demandan más agua y pantanos. ¿Es sostenible económica y ambientalmente represar más ríos en la provincia?

-Habrá situaciones concretas en las que sí se pueda hacer un nuevo embalse para un problema concreto. Pero para dotar más hectáreas de regadío o para garantizar el que tenemos ahora, la solución no es esa. Incrementaría aún más el consumo y dentro de cinco años estaremos en lo mismo. Habrá partes del mundo donde aún se pueda hacer esto, pero el problema de escasez de la cuenca del Guadalquivir no es solo por la sequía que vivimos. Viene del aumento del agua para riego desde los 90 hasta ahora.

María José Polo.

María José Polo. / A. J. González

-¿Y qué soluciones hay?

-Hay un uso del agua desequilibrado con respecto al régimen de lluvias, y aun así la tecnología ha permitido llegar a esta situación. Los científicos vemos que la lluvia tiende a producirse en menos días, viene de forma más intensa y deja periodos secos más prolongados. Eso requiere reevaluar los protocolos de gestión de embalses, para optimizar la reserva. Por último, hay que plantearse de nuevo el modelo social y económico en que vivimos, donde los principales motores de la economía requieren de un recurso en una región donde precisamente los veranos nos pueden dar tres o cuatro meses sin lluvia, y son las épocas con más turismo y necesidad de agua. Esto no da para más. No se trata de ir en contra de las actividades económicas. Alguna vez me han acusado de ir contra la agricultura, que es imprescindible y debe tener un buen retorno económico. Pero no se puede seguir creciendo de esta forma. Hay que diversificar y saber que habrá años sin poder regar. No hay que apostarlo todo a esa agricultura muy tecnificada porque habrá años como estos y las pérdidas serán mucho más elevadas.

«Cuando empiece a llover no deberíamos echar las campanas al vuelo»

-El curso medio del Guadalquivir no se puede represar y otros ríos como el Guadiato ya están muy afectados. El Genil no parece que reúna condiciones para un embalse en la Campiña. Si hubiera que construir uno nuevo, ¿qué opciones habría?

-Puede haber soluciones muy particulares para una población con muchos problemas. Pero es lo que ha comentado: el territorio está lleno de embalses y en la provincia de Córdoba yo no encuentro ninguna ubicación con garantías. Se podrían adoptar soluciones de otro tipo, como conectar embalses o mejorar su calidad. No somos el ejemplo de cuenca para construir embalses, aunque hay expertos que dicen lo contrario.

-Construir grandes pantanos y amplias zonas de regadío fue la esencia del Plan Badajoz, al que algunos agricultores apelan ya que ven sus pantanos en buen estado, como también ocurre en el sur de Portugal. Pero aquel proyecto nunca consiguió fijar la población ni levantar una industria potente en torno al campo. ¿Qué opinión le merecen las grandes obras hidráulicas como esa?

-Este plan es de los años 50, cuando se produce la construcción de embalses no solo en Extremadura sino también en Andalucía aunque aquí se retrasó un poco más. Pero hacer embalses por hacerlos, sin medidas de acompañamiento que hagan que los objetivos sean realistas, termina siendo una pérdida de agua. Extremadura tiene problemas de sequía pero Portugal está muy abierto al Atlántico, las borrascas descargan allí. Es muy osado hacer una generalización, pero no es Extremadura una región que brille por su economía agraria de regadío. Quizás le haya faltado a ese desarrollo una cierta política de industrialización y comercialización.

-Los pantanos presentan problemas como las filtraciones y pérdidas o la colmatación. Cordobilla tiene un 40% de sedimentos, lo que lo ha dejado inútil. Por el contrario, Sierra Boyera apenas tiene un 3%. ¿A qué se deben esas diferencias?

-Son muchos factores pero podemos simplificar lo más importante en dos. Por un lado el tipo de suelos y los materiales de la cuenca vertiente. Hay suelos que son más fácilmente erosionables y eso hace que el acarreo de sedimentos sea más importante. El segundo factor es el uso del suelo. En zonas con la superficie muy sometida a agentes externos como las lluvias torrenciales o el viento, el uso del suelo propicia la erosión, y esas cuencas van a propiciar más sedimentos y se van a colmatar antes. Son zonas con prácticas agrícolas de labranza más agresivas o que no han adoptado prácticas de laboreo mínimo, que hacen que la superficie se erosione menos.

-¿Existen estudios de batimetría de otros pantanos? ¿En qué estado se encuentran?

-En información pública fácilmente obtenible no hay mucho. Hay batimetrías puntuales en algunos casos, pero los datos generales que permitan comparar embalses unos con otros son muy escasos y algunos muy antiguos. Por otro lado, este cambio de régimen de la lluvia tiene bastantes consecuencias sobre el potencial de aporte de sedimentos. Cuando son torrenciales y concentradas en el tiempo, dejan periodos secos y se producen dos cosas: la lluvia genera más sedimentos y rompe más la superficie; por otro lado, los periodos secos favorecen que la superficie tenga peor calidad física, hay menos biodiversidad y eso afecta al suelo.

María José Polo.

María José Polo. / A. J. González

-¿Algún ejemplo de un pantano en esas condiciones?

-En la vertiente sur de Sierra Nevada, sobre el Guadalfeo, en 2004 se terminó la gran presa de Rules, destinada a surtir de agua a los municipios de la Costa Tropical, y también para regadíos. La presa se llenó pero no está teniendo usos, porque las medidas de acompañamiento como la conexión y otras cuestiones no se han llegado a terminar nunca. Veinte años después tenemos una piscina. ¿Qué ha pasado? La presa retiene los sedimentos y mientras las corrientes marinas, el oleaje y el viento han erosionado mucho la costa, que ha tenido una regresión brutal. Eso ha supuesto pérdidas para todos los ayuntamientos de la zona, con daños para el sector turístico. Es un ejemplo paradigmático de cómo una acción, si no se hace en paralelo con todas las medidas, genera un perjuicio.

-Como La Colada pero peor...

-Es lo mismo, pero al ser una cuenca que vierte al mar las consecuencias son más visibles. Ahora el cauce del Guadalfeo sólo lleva agua cuando la sueltan.

-Otro problema de los sistemas hídricos es la contaminación. El episodio más grave es el de La Colada, pero se han dado otros casos. ¿Qué factores influyen en la calidad del agua de los embalses?

-En general, los materiales en que se sustenta el embalse en principio no son la causa de los problemas, porque el emplazamiento se decide teniendo en cuenta esas cuestiones. La calidad puede modificarse por accidentes, por un vertido o algo puntual, pero en la mayor parte de los casos suele ser como con los sedimentos. El agua lleva sustancias y los usos del suelo de la cuenca del embalse condicionan la calidad del agua y los sedimentos. En caso de sequía prolongada el suelo por el que va el agua se encuentra más seco y los residuos de actividades humanas tienen mayor concentración. Cuando los pantanos están con poca reserva, el agua se va evaporando, pero las sustancias no son volátiles en su mayoría y se van reconcentrando. A medida que agotamos el agua del embalse estamos más cerca del lecho de sedimentos, que pueden contener fitosanitarios, nutrientes... muchos tienen también concentraciones de plomo. Cuando la columna de agua es más corta, cualquier proceso como la apertura de compuertas o aliviaderos del fondo actúa sobre los sedimentos, lo que puede generar contaminación. En La Colada contaminación es orgánica. ¿Qué puede generar ese aporte? Es una pena volver a lo mismo: es la ganadería y la agricultura, pero no porque sean malas en sí, sino porque hay que hacer una gestión de residuos. En un clima como el nuestro hay situaciones muy difíciles de evitar, sobre todo si hay sequía.

«El coste de tener el agua a pie de riego o en la parcela, ni el agricultor ni el ciudadano lo paga»

-La gestión del agua no es sólo construir pantanos. ¿De qué otro modo se puede actuar para conservar y distribuir un recurso tan valioso?

-Hacer que llueva más es imposible, aunque se pueden disminuir los consumos. Pero sin tocar nada de eso, aparte podemos evitar las pérdidas. Por ejemplo con las canalizaciones y conducciones antiguas que necesitan mantenimiento. En segundo lugar, hay que trabajar con las fuentes de contaminación para evitarla. Tercero, cuando empiece a llover no deberíamos echar las campanas al vuelo; seamos prudentes a la hora de gastar. Hay que dejar que se rellenen los acuíferos, que se reponga el suelo, hay que mantener una reserva en los embalses. Tenemos que dar un respiro al medio. Eso implica replantear nuestras sistemas de gestión, nuestros protocolos de reparto de agua y de gestión de los embalses. La escasez no se deja de gestionar nunca, aun cuando tengamos abundancia. Cuando nos sobra es importante sentarnos a gestionar.

-Hablando del valor del agua. ¿Usted cree que la población en general tiene conciencia del coste, el precio y el valor de este recurso?

-Yo creo que hay una proporción no despreciable que sí lo es, en Andalucía en particular. Ha habido cambios desde los 90 hasta ahora, con costumbres que no se repiten y que sí ves en otros sitios, como dejar el grifo abierto al lavarse los dientes. Ahora bien, somos conscientes del valor y del coste del agua? ¿De su coste real? Ahí nos queda mucho por hacer. El coste de tener el agua a pie de riego o en la parcela, ni el agricultor ni el ciudadano lo paga, sino un precio subvencionado. No estaría de más que nuestra factura incluyera el coste real, como en la sanidad.

-Recientemente las grandes compañías públicas del agua han anunciado una subida de tarifas que no está en consonancia con el IPC. ¿Era necesario?

-Detrás de la subida hay muchas cosas, como el coste de la energía o la emergencia en algunos casos. Aun así pagamos el coste muy por debajo del coste real. Otra cosa es el desequilibrio entre distintos usuarios.

«Si una población hace sus deberes, ¿por qué tiene que sufrir cortes en el suministro?»

-Al menos en las capitales andaluzas, la sequía no es tan grave como en las zonas rurales. Córdoba, por ejemplo, nunca ha tenido cortes del abastecimiento. ¿Cree que es necesario aplicar restricciones que se califican como «solidarias» aunque no sean necesarias?

-Si hay ciudades que no tienen que cortar el agua, es porque están en mejores zonas, sus sistemas hidráulicos son más eficientes, gastan menos o varias cosas a la vez. Si toda la población está haciendo un esfuerzo, no parece lógico pedirle a uno que sufra y a otro que no sufra nada. Ahora bien, el agua que ahorremos en embalses de Córdoba no se puede ir a Sevilla. Más que aplicar cortes, iría a comparar los consumos unitarios, porque eso crea responsabilidad. Si una población hace sus deberes, ¿por qué tiene que sufrir cortes?

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