REPORTAJE

Un tintineo grabado en la mente desde la infancia

La Velá de la Fuensanta vive su día grande con colorido de fiesta y olor a sardina

Ya desde las calles aledañas a la plaza de la Fuensanta se podía intuir desde mediodía, para quien no lo supiera, que en las proximidades se estaba celebrando algo. Los sones por sevillanas, las familias vestidas “como para ir de fiesta”, que dijera Serrat, y un bullicio propio de los días grandes. El toque aromático lo ponían las sardinas. El devocional, una parroquia atestada de fieles que escuchaban la misa capitular presidida en el santuario por el obispo de la Ciudad, Demetrio Fernández.

La palabra velá es la que se utiliza oficialmente para definir la fiesta que este fin de semana se celebra en entorno del Pocito, pero no son pocos los vecinos y asistentes que la siguen nombrando como feria. Y es que tiene todos, o casi todos, los ingredientes de una feria patronal. La imagen venerada por vecinos y visitantes, actuaciones musicales, barras y bares para reponer fuerzas, puestos, atracciones y quioscos con turrones, manzanas asadas, juegos y los de la seña de identidad de la celebración, las campanitas de barro.

Al frente de uno de ellos se encontraba Lidia, que sigue la actividad que ya inició su abuela (que estaba en el puesto de al lado) y que es el ejemplo vivo de la tradición y el arraigo popular de la Velá. Tres generaciones que han visto cómo las familias que se acercan no pueden irse sin obsequiar a sus menores con el instrumento que produce un “tintineo que se queda grabado en la mente desde la infancia”, como señala Ana, una de las muchas mujeres que, pese a no residir en del barrio, regresa a él cada año para vivir una celebración que le devuelve a su niñez. “Es una tradición venir. Escuchaba las campanitas desde mi casa. Es un ruido que se queda grabado para toda la vida”.

Dos niños, en uno de los puestos de campanitas de la Velá de la Fuensanta.

Dos niños, en uno de los puestos de campanitas de la Velá de la Fuensanta. / MANUEL MURILLO

Aunque en el ambiente no parece notarse el paso de los años, sí coinciden en señalar muchos de los asistentes que la fiesta es “mucho más reducida. En todos los aspectos. Yo me acuerdo cuando yo era jovencita que se montaban casetas como en la Feria de Mayo en todo lo que es la calle del colegio Cervantes y ahora ya no las hay, pero lo seguimos viviendo con la misma ilusión”.

Lola, sin embargo, ha vuelto a la Velá después de “muchísimos años” y reconoce que es una celebración muy importante. “Hombre, es que es la virgen de Córdoba, y hay mucha devoción”, algo en lo que coincide su amiga Ana, que asegura que, aunque vive en otro lugar de la ciudad, “cuando llegan estas fiestas siempre vengo para agradecerle muchas cosas a la Virgen”.

Los integrantes de la Asociación San José Obrero preparan las sardinas para el reparto.

Los integrantes de la Asociación San José Obrero preparan las sardinas para el reparto. / MANUEL MURILLO

En una de las mesas de la plaza comparten tortilla, después de haber recogido las sardinas, un grupo de amigas: Lola, Rafi, Rosi, Juani y Victoria, ninguna vive en el barrio de la Fuensanta pero todas se confiesan fieles devotas de la fiesta y de la Virgen. “Somos de Córdoba y la Virgen de la Fuensanta tiene su historia”, apunta Lola, mientras Rafi matiza que la fiesta “ya no es lo que era”. “Antes –sigue narrando- llenaban de casetas toda esa calle” y Juani apunta que antes también “había más cosas, más puestos para los niños. Antes era más feria”, concluye, con el asentimiento de sus contertulias.

Mientras el grupo de amigas se queda apurando sus viandas, a su alrededor una larga fila de personas espera paciente su turno para tomar parte de la sardiná organizada por la Asociación de Vecinos San José Obrero, cuyos componentes se afanan en dar salida, a razón de dos por cabeza, a los 100 kilos de pescado preparados para la ocasión. Un rato antes, varias compañeras de la misma entidad habían hecho lo propio con similar cantidad de fruta procedente de Mercacórdoba (peras, manzanas, ciruelas y plátanos) que fueron dejando vacías las cajas a medida que avanzaba la mañana.

Ambiente popular en la plaza de la Fuensanta  durante la velá.

Ambiente popular en la plaza de la Fuensanta durante la velá. / MANUEL MURILLO

Entre tanto bullicio, un singular personaje empieza a acaparar la atención de los presentes, la mascota del Córdoba CF, Koki, que acompaña a los cinco capitanes del club del Arcángel en su visita a la Virgen para hacerle la tradicional entrega floral, atendiendo a cada momento a los aficionados que buscaban la foto con sus ídolos.

Algo más arriba del bullicio, padres y abuelos se refugian del calor bajo los árboles, mientras los pequeños de la familia buscan la diversión en las atracciones, algunos, debido a su corta edad buscan el amparo del abuelo, que, con sus veteranos brazos, protege su inmadura testa ante el escobazo que con toda seguridad recibirá al salir del túnel del tren de la bruja. Posiblemente, dentro de algunas décadas, alguien le pregunte al pequeño qué recuerda de la Velá de la Fuensanta y su mente le lleve al tintineo de las campanitas y a los brazos protectores de su abuelo en una mañana calurosa de septiembre.

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