OCIO Y GASTRONOMÍA

El Mercado Renacentista o cómo combatir el frío un sábado de enero

El sol hace relativizar las bajas temperaturas y anima a los cordobeses a acudir al entorno de la Calahorra, con 150 puestos para todos los gustos, bolsillos y paladares

Irina Marzo

Irina Marzo

«No sé si es renacentista pero es divertido». Manuel, un niño de 11 años, se encamina decidido por el Puente Romano hacia el Mercado Renacentista que esta vez, por segundo año consecutivo, se dedica al Siglo de Oro con guiños a la historia local de Córdoba (Góngora, Hernán Ruiz o Ambrosio de Morales) y a las mujeres de la época (Doña Aldonza de Haro, Aixa, Argentaria Pola, Tarub y Leonor Rodríguez). Renovarse o morir. 

Cerca de la Torre de la Calahorra, un acordeonista toca la lambada y a continuación la canción de Benny Hill sin solución de continuidad. La globalización era esto. «Ya huele a carne asada», le dice a Manuel su padre con evidente apetito, aunque son solo las 12 de la mañana. 

Un autobús de Badajoz estaciona en la explanada de al lado del hotel Hesperia. Los turistas tendrán que atravesar parte del mercadillo para llegar hasta la Mezquita-Catedral. «Venimos a ver la ciudad de las tres culturas», dice solemne uno de ellos. En el río, menos mal, ya no hay isla de basura y toallitas y las fotografías y selfies en el marco incomparable del Guadalquivir saldrán espléndidas. «Se está quedando los Sotos de la Albolafia muy despejaditos», pienso al pasar por el monumento natural. 

Doscientos metros más adelante un cerdo da vueltas en el torno para sufrimiento de vegetarianos y animalistas. «Madre mía, la pinta que tiene el cerdito», exclama Irene y se echa una foto con el cochino. «Mándasela a Noelia, que le va a hacer gracia», le dice a la fotógrafa junto a los chorizos, morcillas y longanizas que se asan muy cerca en una barbacoa medieval. 

En frente, un puesto vende torreznos de panceta de cerdo XXL. «Que no vengan aquí los que quieran adelgazar», comenta Luci, mientras aguarda la cola para comprar las doradas y crujientes tiras de tocino. 

Espadas de madera, tirachinas, trajecitos de bebé, escudos de plástico, pastillas de jabón, inciensos, monedas, perfumes, lanas, complementos y joyas, cremas y afeites, pan de Galicia hecho en horno de leña, empanadas Argentinas, pizzas, cartuchos de patatas fritas, encurtidos y embutidos, mieles y propóleo, quesos, dulces, carnes a la brasa, bocadillos de jamón asado y de salami, dulces, churros y jeringos, zumos naturales, cerveza fría en jarra de barro y aceite caliente en cuerno. 

Nuno y Linda son de Lisboa y llevan viniendo al mercado de Córdoba 15 años. «Vamos a casi todas las ferias de España y Portugal, pero los veranos los pasamos en Italia», comenta ella en su puesto: Taberna do corno, donde servido en pequeños o grandes cuernos de cerámica venden vino caliente (glühwein, mulled wine, vinho quente) al estilo del norte de Europa. En el Mediterráneo somos más de sangría. Aquí de valgas. 

--¿Es secreta la receta del vino?

---No, no, es vino tinto caliente con especies como clavo, cardamomo y canela.

Junto al puesto de sombreros --mascotas para el frío, de ala ancha, boinas y esos gorros de Pokemon con las orejas muy largas que se ponen ahora los niños, ¡ay las modas!--, unos señores de la iglesia de los mormones o los Testigos de Jehová dan «clases de Biblia» de manera gratuita. En un expositor vertical varios libretos se preguntan: «¿Existe un creador que se interese por nosotros?». A otra suerte de ilusionismo parece haberse abonado un chiquillo que acaricia mientras camina una lámpara vendida como mágica. «Te lo crees todo, tan listo que eres para algunas cosas», le espeta sorprendida una señora que debe ser con seguridad su madre.  

Pasacalles y teatro en el Mercado Renacentista.

Pasacalles y teatro en el Mercado Renacentista. / A.J. GONZÁLEZ

«Uy, primer año que veo un puesto de dulces de Hungría». «Pues llevo cinco años viniendo a Córdoba, señora», responde Sandor con sonrisa burlona mientras termina de hacer unos de sus ricos dulces, de los que explica la receta. «La masa está hecha con harina, leche, huevos y azúcar y se coloca alrededor de este tubo que ponemos en el horno, donde el azúcar se carameliza. Luego le pones el ingrediente que quieras: coco, cacao, avellanas...».

 «Todo el año depilado y suave», promete el cartel de otro tenderete. Juan, brasileño, dice que el método es sencillo y también, eficaz. «Te colocas en la mano esta especie de manopla y le pones así una placa de silicio, que es un mineral natural", explica didáctico mientras hace una prueba en el brazo de una señora que asiente: «Sí, sí, es suave, pero no sé si servirá para el entrecejo del niño, que es para lo que lo quiero». Las placas de silicio pueden ser de dos tipos: «Diez placas y la manopla te salen por 25 euros». 

Los 150 puestos del Mercado Renacentista (90 de artesanía, 40 de alimentación y 20 más de restauración) te llevan desde el entorno de la Torre de la Calahorra hasta el Parque Miraflores, pasando por las calles José Luis Villegas, Acera del Río y la avenida de Fray Albino como en volandas. A mediodía, hay tanta gente que lo de «en volandas» es literal, sin el como. «Es mejor dejarse arrastrar por la corriente», asegura una chica dispuesta a disfrutar de la experiencia. «Por eso a nosotros nos gusta venir tempranito, a la hora de los abuelos, que se ve todo mejor, sin bulla», explican Miguel y Verónica. 

Policía Local se ve por todas partes, sobre todo, en los cruces entre calles. En la Cruz del Rastro, una agente ordena la circulación y de un autobús de Aucorsa de la línea 3 bajan tres amigas de Miralbaida en dirección al río con sus mascarillas puestas. «Ni dos semanas quedan para no tenérnoslas que poner en el autobús. Las van a quitar ya. ¿No te has enterado, Mari?», pregunta una amiga a otra. El año pasado, en el mercadillo medieval había aún resquemor por el covid. «Pero es que en 2021, ¿no te acuerdas?, el mercado medieval ni se celebró», rememora sin confundirse, qué suerte, con los años.

A mediodía se han concentrado numerosos visitantes en el Mercado Renacentista.

A mediodía se han concentrado numerosos visitantes en el Mercado Renacentista. / A.J. GONZÁLEZ

Luego también hay quien pasa de ir y punto. «Uff, yo no voy, yo no voy: la calidad de los productos es chunga, los precios altos y habría que ver las condiciones laborales con las que trabajan en los puestos», dice con sospecha Flori, en el extremo norte del puente de Miraflores. «Vamos es que ni cruzo para allá». Por no seducirle no le seducen ni los espectáculos. Y eso que este año hay programadas 81 actuaciones diarias, tres espectáculos de gran formato, tres concursos y 12 atracciones infantiles. ¡Qué barbaridad! Si habitualmente es misión imposible comer sin reserva un sábado en Córdoba por la zona del río, este fin de semana ya ni te cuento. «Estamos a tope, lo siento, imposible», responde el camarero del restaurante Moriles, mientras mira al resto de bares para confirmar que todos están igual. «En el otro lado del río, nosotros venimos del Miguelito, y nada», añade una pareja que pasa buscando un sitio para comer. 

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