MEMORIA DEL PASADO

Cuando Cruz Conde 'conquistó' el Alcázar

El espectáculo de luz y sonido ‘Naturaleza encendida’, estrenado hace un par de semanas, invita a una mirada retrospectiva sobre el rescate de la fortaleza medieval y la creación de los jardines

Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

Uno de los proyectos que Antonio Cruz Conde tenía en cartera cuando en noviembre de 1951 llegó a la Alcaldía de Córdoba fue la recuperación de monumentos olvidados con el fin de atraer turismo cultural, entonces incipiente. El primero de ellos fue el Alcázar de los Reyes Cristianos, una fortaleza medieval del siglo XIV que estaba en poder del Ejército, para dignificar el lugar en el que se alojaron los Reyes Católicos durante la campaña de Granada. Según la tradición -pues no hay documento que lo avale-, allí recibieron a Cristóbal Colón, que les expuso su proyecto descubridor. Tras la conquista del reino nazarí, los monarcas cedieron la fortaleza a la Inquisición, de tan infausto recuerdo, que transformó y desvirtuó el edificio, pues se construyeron «pabellones sin mérito alguno y mazmorras en cantidad», según el arquitecto restaurador Víctor Escribano. Para el erudito Rafael Castejón, el Alcázar «fue totalmente construido de nueva planta en 1328 por Alfonso XI», que demolió «muchas dependencias del alcázar califal y las soterró bajo escombros» para formar delante una explanada dedicada a desfiles, paradas y otros actos solemnes, conocida como Campillo del Rey.

Las batallas del alcalde

Tres batallas hubo de librar Cruz Conde para recuperar el Alcázar. La primera, frente al gobernador militar, el general Antonio Castejón -cuya resistencia mejoró su sucesor José Sotelo-, hasta el punto que, como escribe en sus memorias, «hubo que tomarlo como acción guerrera. Primero, un torreón; después, otro; y así pieza por pieza, según conseguíamos que fuesen desalojando la documentación de los juzgados militares y algún material, municiones, etcétera, todo inservible». 

La segunda batalla fue económica, pues con un presupuesto de 40 millones de pesetas en 1955 el Ayuntamiento carecía de recursos suficientes para un proyecto que necesitó recurrir a subvenciones del Estado, no siempre ágiles ni suficientes, lo que paralizaba las obras. A mediados de los años cincuenta el Ayuntamiento había gastado cerca de medio millón de pesetas en labores hasta entonces limitadas a «ir descubriendo lo que estaba oculto; a quitar tabiques, enlucidos, rellenos, etcétera». Pero quedaba por librar una tercera batalla, relacionada con el terreno de los jardines, de la que se habla más adelante.

Cruz Conde, con el presidente de Pakistán y su séquito.

Cruz Conde, con el presidente de Pakistán y su séquito. / Ricardo

Hallazgos y reformas

No hay espacio para detallar aquí las reformas y descubrimientos realizados a lo largo de las obras, pero sí, al menos, de enumerar los más notables. En la parte recayente al Campo Santo de los Mártires se demolió un pabellón de desinsectación y un grupo escolar, lo que permitió liberar la muralla norte de la fortaleza. Se descubrió la puerta ojival situada bajo la torre de los Leones -acceso actual al monumento-, oculta desde hacía siglos. Otros notables hallazgos fueron los baños reales de Leonor de Guzmán -la amante sevillana de Alfonso XI-, con lucernarios de estrella, que «estaban convertidos en calabozos totalmente desprovistos de la luz del día», al decir del arquitecto Escribano; y el Patio Morisco, escenario de la fiesta nupcial de Enrique IV y Juana de Portugal, recinto que degeneró en patio de presos y estuvo sepultado durante siglos bajo dos mil camiones de tierra. Así que, poco a poco, aquella impresión «sombría y triste» que, según el periodista Rafael Gago, había infundido siempre el edificio a los cordobeses se transformó en «uno de los monumentos que más atrae a la corriente turística». En la primavera del 53 ya contaba el Alcázar con iluminación artística, que «durante la noche hace resaltar las siluetas de sus murallas y torreones», como añadía Gago.  

La cesión del edificio y el pago de las obras, dos de las batallas que libró el regidor

Al historiador de arte Dionisio Ortiz Juárez, que en su primera visita comparó el Alcázar con un «castillo encantado», le sorprendió que la construcción hubiese llegado al presente «providencialmente, envuelta casi en el olvido, enmascarada totalmente y soterrada en gran parte», trocando así una mansión de reyes en «el triste oficio de retener entre grillos y rejas a los reos de la Inquisición, y, más tarde, a los de la justicia», pues tras la abolición del Santo Oficio por las Cortes de Cádiz se destinó a cárcel, y, ya en la II República, a prisión y juzgados militares

En un artículo publicado en el diario Ya, el arquitecto Víctor Escribano destacó como elementos de mayor interés del Alcázar el patio morisco, «de antecedentes almorávides»; los interiores de las torres del Homenaje y de los Leones, «cubiertas con bóvedas de crucería del más fino arte gótico castellano»; y el baño real «de tradición musulmana», que, por su antigüedad, «puede considerarse el más viejo conservado en España».

Campo de deportes

Complemento verde del recuperado Alcázar serían sus jardines, en unos terrenos de propiedad privada explotados como huerta, que el Estado había adquirido para el Instituto de Enseñanza Media -el único existente en Córdoba-, cuyo influyente director Perfecto García Conejero «proyectaba la descabellada idea de convertirlos en campos de deportes», según relata Cruz Conde en las memorias de su gestión pública. Una batalla difícil que el regidor ganó in extremis tras la oportuna visita del ministro de Educación, Joaquín Ruiz Giménez, que detuvo aquel disparate cuando ya se había talado parte de la arboleda. El alcalde respiró el día que el Consejo de Ministros aprobó a principios de 1955 la permuta de la antigua huerta -que pasó así a ser propiedad municipal- por unos terrenos situados en la huerta del Maimón, cerca de la nueva avenida del Corregidor, que el Ayuntamiento había adquirido para un futuro parque. 

Terrenos de la huerta destinados a campos de deportes.

Terrenos de la huerta destinados a campos de deportes. / Ladis

Así que en 1956 los trabajos se centraron en la recuperación de los jardines, que se comunicarían con el Patio Morisco. Entonces se derribó el palacete de inspiración neomudéjar existente junto a las albercas, que, curiosamente, había habitado a principios del siglo XX un antiguo alcalde, Tomás Conde. El diseño de los jardines se encomendó al arquitecto y político granadino Francisco Prieto-Moreno Pardo, conservador de la Alhambra. No sería justo silenciar la participación del teniente de alcalde Antonio Muñoz y Ramírez de Verger, responsable de los jardines públicos, por cuya iniciativa se creó en 1959 una escuela municipal de Jardinería.

Ya en los años sesenta, flanqueando los estanques laterales de los jardines, el Ayuntamiento encargó al escultor Pablo Yusti las estatuas que hoy se ven sobre pedestales, que representan a los monarcas Alfonso XI y a los Enriques II, III y IV, así como el grupo de los Reyes Católicos con Colón, obras en piedra artificial cuya estética no está a la altura del lugar. 

El Festival de los Patios

En contraste con la lenta recuperación de la fortaleza medieval, la creación de jardines y estanques fue más diligente, pues Antonio Cruz Conde pretendía estrenarlos con los espectáculos nocturnos del primer Festival de los Patios Cordobeses, que en vísperas de la Feria de Mayo de 1956 permitieron ver al Ballet Español de Pilar López y a los ballets de arte andaluz de Roberto Ximénez y Manolo Vargas. En la explanada que había quedado despejada con la tala de árboles se montó el amplio escenario y delante se colocó una treintena de filas de sillas, que, según su distancia de las tablas, costaban entre 10 y 25 pesetas. «Sin más decorado que el maravilloso fondo natural de unas torres y un espeso bosque de árboles y ramas, severamente iluminado, presenciamos un espectáculo auténticamente español en el que Pilar López, con su magnífica visión de lo que es y debe ser el baile folklórico, toma parte como figura principal del mismo», escribió elogiosamente en Diario CÓRDOBA Joaquín Reyes, director del Conservatorio. 

Escenario y sillas en la zona que acogió espectáculos del Festival de los Patios desde 1956.

Escenario y sillas en la zona que acogió espectáculos del Festival de los Patios desde 1956. / Ladis

El crítico musical de este periódico, Clarión (seudónimo de Francisco Melguizo), auguraba que «los jardines del Alcázar se conviertan en un auditorium abierto, tan necesario en nuestro clima», pues los consideraba un «ámbito de gran belleza resaltada por una iluminación de mano maestra». Y el periodista de esta casa Manuel Medina calificaba aquel escenario como «jardines de ensueño donde (...) se ha dado a la ciudad tres noches inolvidables para soñarlas durante mucho tiempo». 

Al año siguiente la figura estelar fue el bailarín Antonio con su ballet español y el espectáculo Cantes y bailes de Andalucía, con primeras figuras del cante, entre ellas, nuestro Antonio Fernández Fosforito, triunfador absoluto del Primer Concurso Nacional de Cante Jondo celebrado en el 56. 

El terreno de los jardines estuvo destinado a campo de deportes del Instituto

Aquel incipiente Festival de los Patios se vistió de largo en su tercera edición de 1958, al incorporar un ciclo lírico a cargo de la compañía del Teatro de la Zarzuela, de Madrid, y otro de teatro a cargo de la compañía Lope de Vega, ambas dirigidas por José Tamayo. Para facilitar el acceso a los espectáculos de los jardines se abrió la puerta con verja recayente a la nueva avenida del Alcázar, que estrenó alumbrado por la misma época. Al año siguiente el ciclo se encuadraría dentro de los Festivales de España, de ámbito nacional, amparados por el Ministerio de Información y Turismo. 

Tan seductor era aquel marco incomparable que el diseñador de los jardines, Prieto-Moreno, propuso la creación allí de un auditorio con capacidad para 5.000 personas, idea que no cuajó.

Suscríbete para seguir leyendo