Una semana que empieza con la inauguración del curso universitario por parte de Su Majestad el Rey, Don Felipe de Borbón y Grecia, Felipe VI para liar a los niños cuando estudien Historia (¿se sigue estudiando Historia, no?), una semana así, digo, debía terminar en olor de santidad, o al menos teníamos el deber de intentarlo. Vayan quemando el incienso y transpórtense del armiño al terciopelo, como de oca en oca y tiren porque les toca. 

Bueno, perdón, perdón, perdón, que me he saltado cuatro días con el ansia. Antes del terciopelo, el martes 21, caímos en el pozo de la comisión de investigación para la que habría que sacar entradas con consumición gratis y tapa porque si no el aforo no se llena. La comisión, resumo rápido, investiga los hechos que denunció María Luisa Gómez en la era precovid (febrero 2020), cuando era gerente del Imdeco, y vertió sobre el que entonces era su jefe, Manuel Torrejimeno, presidente del instituto de deportes y compañero de filas, algunas acusaciones lindas como que la presionó para que prevaricara. Aquello acabó con la dimisión de la gerente y hubo amenazas judiciales de ida y vuelta, como la guajira de Guantanamera, que quedaron en ná pero sirvieron para rellenar periódicos y boletines informativos y, sobre todo, para que la oposición pidiera una comisión de investigación. 

Fue entonces cuando Eva Timoteo, exconcejala de Servicios Sociales, se fue como el caimán, para Barranquilla, saliendo del Ayuntamiento con brusquedad y dejando una acta de edil delegada de 49.952 euros anuales vacante. En Ciudadanos cogieron la lista de las municipales y ahí estaba ella, mírala, mírala, María Luisa Gómez, con todo el derecho a entrar y un poquito de inquina hacia el partido. La verdad es que en Cs tampoco estaba ya, pero entrar en el Ayuntamiento entró como concejal casi popular y el alcalde le dio hasta una delegación para equilibrar. La oposición se apresuró a decir hombre por dios, aquí huele fatal, y ahora en la comisión no sé muy bien qué es lo que hay que aclarar cuando todo está bastante claro ya. No resumo más. 

Con este rocambolesco follón llegamos al jueves de pleno, ese espacio donde a los señores concejales les gusta debatir y confrontar asuntos de actualidad, sobre todo si exceden del ámbito municipal y si sirven para que las dos bancadas se enfrenten sin posibilidad alguna de conciliar. Luego dejan para el final las cosas del comer: que si la limpieza de Ciudad Jardín, que si los toldos del Puente de San Rafael, que si cómo van las obras de tal o cual; pero ellos son más de hablar, qué les digo yo, de la factura de la luz o de la educación universal, para luego poder «instar» (verbo top en política local) a la administración tal a hacer cuál (siempre me imagino un cuarto de los trastos grande, grande en la Junta de Andalucía donde se apilan con mucho cariño, eso sí, las instancias de las administraciones locales). En esas estábamos, ellos instando a alguien y los 16 espectadores de la Televisión Municipal asistiendo a la sesión, cuando habló la portavoz de Vox y nos mandó rezar. En concreto, un Ave María, menos mal, que llega a ser la Salve Rociera o una versión del Jesucristo Superstar y seguimos allí aún. Ojo, que no me río, que respeto todo y no veo manoseo a la fe como dicen los unos, ni estrategia para ser viral como dicen los otros, y que si no la mandó callar Bellido, quién soy yo, pero que, hombre, en el salón de plenos no sé, no sé, si pega mucho o no rezar. Un consejo doy a los señores capitulares si van a seguir con los oraciones y es que, como ahora van a reformar el salón de plenos (500.000 castañas nos cuesta), que coloquen reclinatorios para no hacerse polvo las rodillas y alguna alfombra por si un día de estos entra de concejal un musulmán, que digo yo también tendrá necesidad y derecho a orar. 

Sepan, también, que me he puesto a buscar y he descubierto que la primera vez que el Ave María apareció impreso fue en 1495 gracias a la pluma de Girolamo Savonarola, el dominico que organizaba las hogueras de las vanidades, donde los florentinos echaban al fuego los objetos que en aquellos tiempos esponjaban las vanidades como espejos o maquillajes para deshacerse de ellos. Ahora tendríamos que tirar los móviles, los instagram y los tuiters, donde buscamos fortalecer vanidad o identidad con la pulsión de lo viral. Salamo Aleikum, namasté y pueden ir en paz.