Santiago Pérez forma parte de la segunda generación de una familia dedicada a la hostelería en general y al marisco en particular. Fue su padre el que, después de tener un bar en los Olivos Borrachos, se lanzó en 1975 a la aventura de abrir un segundo local en un barrio que por aquel entonces aún estaba sin construir, de hecho, recuerda, «casi no había bloques». «Era un barrio nuevo y un vecino le ofreció a mi padre quedarse con una bar, que era una peña» y así surgió el bar Santi, el Rey de la Gamba. Aunque han ido pasando los años, conserva clientes de toda la vida, algunos de los que sya se acercaban a degustar sus gambas en los años previos a la democracia. Después les acompañaron sus hijos, y con el tiempo los nietos que hoy disfrutan de vez en cuando de las propuestas gastronómicas del Santi.

Ubicado en la misma avenida de Virgen de Fátima, este local es uno de los más antiguos del barrio dedicado a la restauración. Hoy, como ayer, siguen ofreciendo a sus clientes las gambas, que le prestan su apellido al bar, además de marisco y otros platos típicos de la dieta mediterránea.

Santiago asegura estar satisfecho con la evolución del negocio en estos años, así como de que haya permanecido en el entorno familiar. No en vano, ahora, junto a él, trabajan algunos de sus sobrinos. Opina que el establecimiento se ha ido reafirmando con el paso del tiempo entre los vecinos de Fátima, pero también de otros barrios de Córdoba que cada fin de semana se acercan hasta el barrio para comer con sus familias. Para Santi la clave de su éxito es debida al esfuerzo diario, al hecho de «haber sido fieles al día a día» y a la filosofía del bar, que no ha variado, pero también a su clientela, que ha sabido apreciar el esfuerzo familiar.