El barrio de Fátima da la bienvenida a Córdoba a los viajeros que entran a la ciudad por la carretera de Badajoz o por la antigua Nacional IV en su tramo que la une a Carlos III, el monarca bajo cuyo reinado se construyó la vía que unía a Cádiz con la capital de España y que facilitó la comunicación de la antigua ciudad califal con Madrid.

Hasta bien entrado el siglo XX el espacio sobre el que hoy se levanta Fátima estuvo dedicado a la siembra y al pastoreo en un terreno comprendido entre dos antiguos arroyos, el de las Piedras y el Hormiguita, que confluían junto con otros caudales cerca de la Cruz de Roelas. La ubicación de esta cruz coincidiría con la calle Cinco Caballeros, en Levante, según se desprende de la comparación de los callejeros de 1884, extraído del plano realizado ese año por Dionisio Casañal y Zapatero, y los mapas actuales. Justo en esa cruz, según la tradición popular, se aparecieron al padre Roelas el Arcángel San Rafael y los Mártires de Córdoba.

Frente a esa cruz, según relata Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba, se ubicaba en el siglo XIX el huerto Jardín de Miraflores. Se trataba de un vergel «costeado por el señor Juan de Dios Manrique, Marqués de Villaverde, bajo la acertada dirección del notable floricultor Manuel Corrales, quien ha logrado aclimatar y aun propagar multitud de plantas que eran desconocidas entre los jardineros cordobeses: hay varios invernáculos hábilmente preparados, un curioso laberinto, los escudos de aquella familia hechos de boj, y otra porción de curiosidades que llaman la atención de cuantos visitan aquel delicioso recinto: en el centro de una de las fuentes hay una mediana estatua de Aqueronte, vaciada por el escultor contemporáneo Antonio Poz».

Estos jardines estarían situados en la actual avenida de Fátima, según se desprende, de nuevo, de la comparación de los planos de 1884 con el callejero actual. Aquel jardín desapareció. Poco más se sabe de él y entre las calles que conforman el barrio hoy en día no quedan restos.

En 1933 comenzó a estar operativa la antigua Prisión de Córdoba, la cárcel de Fátima, tal y como es conocida hasta hoy, un centro penitenciario símbolo de la represión franquista en la provincia que fue clausurada y demolida en parte a comienzos del siglo XXI. En uno de sus edificios, y tras un acuerdo entre vecinos y Ayuntamiento de Córdoba, se instaló el centro cívico del barrio. Hoy la Sociedad de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios (SEIP) tiene vía libre para urbanizar los terrenos que se liberaron tras el derribo de buena parte de las instalaciones de la vieja cárcel.

El centro penitenciario estuvo solo durante un tiempo, con la única compañía de un grupo de 30 casas levantadas por el Patronato de Casas Baratas de San Rafael y de las instalaciones de la Compañía Española Productora de Algodón Nacional (Cepansa), como destaca Juan Antonio García Molina, autor de uno de los textos de la obra geografía de Córdoba capital, publicada por la Caja Rural de Córdoba.

García Molina señala que, a partir de 1953 y como consecuencia de la ampliación del polígono de Levante llevaba a cabo por el alcalde Antonio Cruz Conde, se empieza a urbanizar y construir en el barrio.

En esa urbanización tuvo gran importancia la apertura de la avenida de Carlos III «entre Chinales y la popular Choza del Cojo (hoy desaparecida), ya que proporcionó un nuevo acceso hacia la zona norte de la ciudad, permitiendo la múltiple penetración hacia Levante y Fátima». A partir del 65 se multiplican las construcciones públicas y privadas y nace, por fin, el barrio de Fátima.

Un barrio que cuenta con un tesoro, porque a pocos metros del casco urbano, junto a los últimos bloques de Fátima en su parte norte, se encuentra el puente romano sobre el arroyo Pedroche. De aquí parte la vía que construyó el imperio para llegar hasta Augusta Emérita, hasta Mérida, una de las más impresionantes de las que cruzó la Hispania romana.