--¿Recuerda cuál fue su primera y última foto periodística?

--No. Pero en toros creo que lo he hecho todo. Para hacer una buena fotografía taurina, además de tener buena técnica has de ser aficionado a la fiesta. Antes, el sistema de fotografía tradicional, el analógico, de carrete, obligaba a obtener una buena foto en décimas de segundo. Ahora, con lo digital, es más fácil, la tarjeta de fotos se borra y se estrena. He hecho miles de fotos y añoro los momentos que reflejan cada una de esas imágenes. Hace poco recordó CORDOBA una foto mía en Los Tejares, conocida como el desplante de la pastilla, ya que El Cordobés se pegaba tanto al toro que unos decían que lo hipnotizaba y otros que lo drogaba. Una foto única en su género.

--Usted ha vivido las diferentes etapas de la fotografía.

--Sí. Pasé del blanco y negro al color y luego a lo digital. Este último cambio lo llevé al principio muy mal. Después de jubilarme de Diario CORDOBA seguí dedicado a la fotografía taurina. Iba a los festejos y todos los fotógrafos iban ya equipados con el sistema digital y les extrañaba verme con una cámara primitiva. Fui de los últimos fotógrafos de Córdoba en comprarme una cámara digital. No le veía la perfección a lo digital. Sin embargo, sí estoy convencido ya del resultado y calidad que proporcionan las cámaras digitales. En la etapa en la que seguía a El Cordobés por todas partes, algunos días estaba dos días de viaje y por la noche salía a dar un paseo. Me admiraba ver a los compañeros fotógrafos a los que entonces se les llamaba del minuto, que se escondían detrás de su cajón. Empecé con el paso universal, fui fotógrafo de calle y me voy a morir con la satisfacción de haber servido a mi Córdoba tanto a nivel provincial como de periódico, con todo mi entusiasmo y entrega. En 1962 me compré un seiscientos y con él viajé por toda España siguiendo a Manuel Benítez. Cuando toreaba El Cordobés aprovechaba también para fotografiar al resto de toreros. Pues junto a él actuaba a lo mejor Diego Puerta, Paco Camino, Viti o Pedrés.

--¿Su admiración por El Cordobés se traduce en amistad?

--Sí, por supuesto. Manolo me ha dado el sitio que creo que me corresponde. Le tengo un cariño muy afectuoso a él y a toda su familia. Otro amigo mío de toda la vida, muy especial y que ha fallecido este año, fue Joaquín Salcedo Esquina, extraordinario sastre y padre de familia. Nos conocimos haciendo el servicio militar y me llamaba hermano por el afecto mutuo que nos profesábamos. En mi actual barrio tengo 4 amigos excelentes, compartimos tertulia y copa de vino. Mi mejor amigo ha sido mi máquina de fotos, que es la que me ha cautivado siempre.

--¿A qué otros toreros ha admirado?

--A Chiquilín, a Finito, un privilegiado del toreo, con un arte exquisito y gran sabiduría. A los primeros que empecé a seguir de jóvenes fueron a El Puri y Zurito, con 14 y 15 años respectivamente. Viajé con ellos toda una temporada en un Mercedes de alquiler donde iban los toreros, su apoderado, Paco Avalos, el chófer y yo.

--¿Le han censurado algún trabajo suyo?

--No. He procurado estar en mi sitio siempre.