Opinión | Colaboración

Un cambio radical

El mundo está reescribiendo la política y, por tanto, la economía

Comienza a calentarse el debate sobre el futuro de la UE a mes y medio de las elecciones europeas. Los informes encargados a Enrico Letta y Mario Draghi -¿eran necesarios dos encargos distintos a dos exprimeros ministros italianos?, ¿no se conocen los dos?, ¿mejor dos que uno? – sobre los cambios que necesita la Unión son significativos a tenor de todo lo que está sucediendo con rapidez endiablada, un profundo realineamiento geopolítico y económico a escala global.

Letta presentó su informe la semana pasada, más de diagnóstico que de propuestas rompedoras, reclamando modificaciones de peso en la naturaleza de la Unión, y Draghi, que presentará el suyo en junio, advirtió que propondrá un cambio radical. Y lo cierto es que la pérdida de pulso del continente es palpable e inquietante. En lo económico, no hay duda. Desde principios de los noventa y en términos de renta -PIB per cápita- Europa ha perdido un 30 por ciento frente a Estados Unidos. Somos la gran potencia reguladora del planeta, sí, pero nuestro atraso frente a los gigantes globales tecnológicos es evidente, por poner un ejemplo. Nuestra arquitectura institucional es absolutamente garantista, sí, pero nuestra pérdida de competitividad, también.

Más allá del resumen ejecutivo del informe Letta, y ya veremos el de Draghi, la verdad es que el mundo está reescribiendo la política y, por tanto, la economía. Lo que en los mercados se llama el superciclo del riesgo aporta nuevas preguntas que no se resuelven con viejas respuestas. Lo que podía valer antes de la primavera de 2020 ya no sirve. La palabra guerra (la convencional) es hoy día una posibilidad latente que se desliza en los discursos oficiales de manera tan inquietante como natural. Impresiona la visión de la economía estadounidense, que soporta sin despeinarse la presión monetaria de la Reserva Federal mientras una Alemania avejentada e incapaz de remontar el vuelo negocia en China bajo el recuerdo del coste de su vieja dependencia energética de Moscú. E impresiona la relectura social de la situación europea al margen de tantas realidades artificiales sobradas de excesos ideológicos. La vieja historia de la moqueta y la calle. Draghi pedirá un cambio radical pero ya estamos viviendo un cambio radical. La ingenuidad, y más la impostada, siempre sale muy cara. Lo vamos a ver en las elecciones europeas.

*Periodista

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