La relación de la duquesa de Alba con Córdoba viene de muy lejos, tanto como la que ha mantenido durante décadas con Bodegas Campos. El primer recuerdo que tienen en la casa de ella data del año 1964, cuando Paco Campos la invitó a una fiesta flamenca en la que La Tomata fue la protagonista y en la que Cayetana firmó la bota que hoy luce crespón negro y no dudó en arrancarse a bailar. "Era muy flamenca y siempre acababa arrancándose a bailar", recuerdan. La Tomata vivía su época de esplendor y ella quedó encantada no solo por verla en estado puro sino porque después de la fiesta la invitaron al patio de vecinos contiguo, situado en la calle Badanas y allí, como una más, comió pestiños y aguardiente y disfrutó de una velada entrañable. "Poco después escribió una carta en la que reconocía que le encantaba Córdoba" porque era una amante de las tradiciones, de los patios y las cruces y por la sencillez y la autenticidad que palpaba en la gente de aquí. "No tenía paciencia para la falta de autenticidad, atendía a cualquier vecina del barrio, pero rehuía el artificio y la adulación", explica Pepe Campos, que admite que en Bodegas Campos, de cuya fundación ella ha sido presidenta de honor, siempre se han sentido honrados por las atenciones, el apoyo y el cariño que de ella han recibido.

Aunque por los salones del restaurante ha pasado infinidad de ocasiones, recuerdan como fecha especial una visita que realizó en mayo de 1995, en la que le dieron a conocer la fiesta de los patios de San Basilio y visitó la casa de los Herruzo. "Quiso ser la madrina del cambio de bodega a restaurante y además vino a inaugurar uno de los azulejos que nos dedicaron poetas de la tierra, en su caso, el de Antonio Gala, de quien era muy amiga". Otra gran amiga de la duquesa, María Dolores del Pozo la acompañó en muchas de sus visitas a Córdoba junto a personajes como Curro Romero o Carmen Tello. En 2008, año en que se crea la fundación de Bodegas Campos para apoyar la cultura popular cordobesa, la Duquesa de Alba aceptó ser presidenta de honor y convertirse también en embajadora de la ciudad. Desde entonces, sus visitas al restaurante han sido innumerables camino de su finca de El Carpio. "Siempre ocupaba la misma mesa, de cara a un cartel de toros donde no fuera el centro de atención", explica el metre, José Ibáñez, que recuerda que entre sus hábitos estaba tomar una copa de cerveza y espárragos o habitas y helado de naranja con aceite de oliva. También acudió a apoyar las actividades culturales "siempre que fueran a mediodía". Su última visita tuvo lugar este verano. "La salud le impidió volver más".