Concha Velasco (Valladolid, 1939) se enfunda el traje de la tragedia para dar vida a Hécuba, una mujer que clama justicia ante el asesinato de su hijo. A sus 74 años, y después de casi seis décadas sobre los escenarios, la inagotable actriz parece empeñada en seguir demostrando que puede con todo. Y lo consigue. Con este trabajo, la veterana intérprete llega el próximo fin de semana al Gran Teatro de Córdoba, donde se la vio por última vez con el montaje Yo lo que quiero es bailar y al que ahora regresa metida en la piel del personaje de Eurípides a las órdenes de José Carlos Plaza.

--¿Por qué tenía tanto interés en interpretar a Hécuba, la versión larga, la más dramática, la madre de todas las tragedias?

--El texto es muy bello y el espectáculo es tan fuerte que hay espectadores que repiten porque siempre se saca algo nuevo oyendo esta obra de Eurípides, que después escribió Las Troyanas y dulcificó a Hécuba, a la que usó para denunciar la corrupción que en esos momentos había en Grecia. Yo creo que Eurípides se sintió un poco arrepentido por el personaje tan grande que contó en Hécuba , que termina asesinando a un niño por venganza. Para los que hacemos teatro, es la venganza de un ser humano desesperado que lo ha perdido todo y también termina perdiendo la dignidad asesinando con sus manos a un niño, arrancándole los ojos, lo que le vale el castigo de los dioses.

--Hécuba busca justicia a través de la venganza. ¿En la situación actual que vivimos cree que la venganza sigue ocupando un lugar cuando hablamos de justicia?

--Sí, pero quizá no tanto en nuestro país. A pesar del mal momento que vivimos, no me gustaría pensar que vamos a llegar a situaciones como las de Siria o Egipto y otros muchos países. No quiero que nos comparemos con eso, pero sí hay que tomar nota de que al ser humano no se le puede llevar al límite.

--¿Es esa actualidad que tiene el texto lo que está haciéndola disfrutar de esta obra?

--Pues sí. Yo no elijo los textos porque sí, sino porque creo que es el momento, que como profesional puedo hacerlo. No podría haber interpretado a Hécuba hace 20 años porque no tenía esta experiencia vital. He elegido este texto porque era lo que quería decir, algo a lo que no me atrevo personalmente, pero sí a través de mi trabajo. En el teatro, siempre he hecho el texto que me convenía como actriz y como persona.

--¿Cómo valora la adaptación de este texto por Juan Mayorga? ¿Cree que llega fácilmente al público?

--Es una obra especialmente difícil, pero la adaptación que ha hecho Mayorga, condensando en hora y media los cuatro actos de la obra de Eurípides, es maravillosa, está la esencia crítica y poética del texto.

--Esta es una historia de venganza. ¿Qué tendrían que hacerle a Concha Velasco para tomarse la justicia por su mano?

--No quiero que me hagan nada. Se lo pido a Dios todos los días, yo soy muy creyente y rezo todas las noches para que no les pase nada a los míos. El centro de mi vida es mi familia, mi nieto. Me influye más mi nieto que mis hijos, supongo que porque me pillaron con otra edad... Si alguien le hiciera daño... No sé, no sé... Ser abuela es algo que no se puede explicar.

--Con la intensidad que vive el personaje, ¿le cuesta recuperarse después de cada función?

--Sí, mucho, algunas veces acabo vomitando.

--Ha dicho que Hécuba es seguramente el personaje más importante de su carrera después de Teresa de Jesús. ¿Tanto le está aportando meterse en su piel como mujer?

--Sí, por el riesgo. Y porque siempre lo he tenido en la cabeza y al fin lo he podido hacer. Teresa de Jesús es tan conocida, tan leída, respetada y admirada.... Y todas las actrices que la interpretaron antes que yo lo hicieron maravillosamente, como Aurora Bautista. Meterme en la piel de Hécuba me costó y, bromeando, he dicho alguna vez que he hecho Hécuba porque es el único personaje que no ha hecho Nuria Espert. La admiro mucho, es mi referente junto a Mari Carrillo.

--Pese al IVA y a Wert ustedes llevan más de ocho meses de gira con este montaje, en el que intervienen más de 20 personas, lo que hoy es todo un logro. ¿Cómo ve el teatro en la actualidad?

--Muy mal. No sé cómo sobrevivimos nosotros, quizá en Mérida se amortizó esta obra. Nuestro empresario tiene varias compañías y en unas ganará y en otras perderá, supongo. Ajusta mucho los precios, pero no es un productor de los que tristemente hemos conocido, que desaparecían cuando iban mal las cosas. En mi caso, como empresaria perdí todo lo que tenía por pagar y no desaparecer.

--¿No volvería a repetir como empresaria?

--Ahora que lo pienso, yo echo mucho de menos a Paco Marsó en ese sentido. Era un gran amante del teatro, pero no sabía hacer números. Con él hice espectáculos maravillosos. Hello Doly significó la pérdida de todo, incluso del matrimonio, pero ahí esta el espectáculo y se ha ido pagando. Aunque Paco murió, aquí ha quedado la santa, que sigue pagando todo lo que debe.

--¿De dónde saca tanta fuerza, energía y buen humor?

--Debe ser mi naturaleza. Bueno, también tiene que ver mi pasión por el teatro y por mis hijos. No tengo otras pasiones, el amor físico de un hombre ya no me motiva. Yo veo a Luis Rayo, que es cordobés y hace de mi hijo en Hécuba, le llamo guapo y con eso me conformo. Vivo uno de los mejores momentos de mi vida porque sé quien soy y sé hasta donde puedo llegar en todo, en lo económico, en lo personal y en lo afectivo. Me estoy encontrando a mí misma y me llevo bastante mejor de lo que yo pensaba.

--¿Dónde vamos a seguir viéndola después de Hécuba ?

--Seguiré con Cine de Barrio , con el que siempre sufro porque somos ese programa cuña que TVE nunca protege, pero tiene una audiencia increíble. Voy a hacer un pequeño papel en la serie Vivo Cantando y cuando acabe Hécuba en julio empiezo a ensayar otra obra, Olivia y Eugenio , que es una maravilla y también está dirigida por José Carlos Plaza.