Recibo con enorme satisfacción la noticia de la concesión del Premio Carlos Fuentes al poeta mexicano Eduardo Lizalde. Así se reconoce a Lizalde (conocido como el ‘Tigre’) como el poeta vivo más importante de México.

Eso decían hace unos días las crónicas que anunciaban la concesión del galardón.

Pero Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929) me fascinó hace años. He leído sus textos y he seguido su trayectoria, su pensamiento. He admirado su lucidez, su originalidad y su fidelidad.

Octavio Paz ha dicho de Eduardo Lizalde: «un hombre que cambió el paisaje poético actual», y no iba mal encaminado.

Lizalde comentó en 1986 a Eduardo Millán en una entrevista para El Semanario: «¿Para qué entintar las prensas del mundo con un poema que quizá ya ha sido expresado y tal vez de una forma mejor por otros autores? Ésa es la angustia real del creador que padece profundamente la poesía: la de no producir cosas ociosas. Y eso es lo que a mí me hace escribir cada vez con mayor cautela. Cada vez que reviso mis libros, veo la gran cantidad de paja que hay allí. Éste es el drama estético del creador desde mi punto de vista».

En otra ocasión, esta vez a la pregunta formulada por Federico Campbell para otra entrevista, respondió Lizalde: «Lo difícil para producir el libro adecuado al momento artístico que le pertenece es el enorme material literario que debe ayudar a comprender qué estilo, qué forma, qué actitud artística le corresponde. En otras palabras: el contexto cultural de un libro, su mar de fondo cultural, implica un trabajo más arduo que el de la propia redacción».

Lizalde es un poeta fundamental, puro, original, muy fiel a su creación, preocupado por ella y por el acto creador en sí.

Si tienen ocasión, lean a Lizalde, lean sus poemas, de amor, de vida, de verdad, auténtica poesía.