‘De soledad, amor, silencio y muerte. Poesía reunida 1964-1968’. Autor: Pablo del Águila. Editorial: Bartleby Editores. Madrid, 2017

La mejor forma de ir rompiendo las barreras de cierto malditismo es poner al descubierto una voz, sacarla de ese anonimato oscuro en el que el olvido puede resultar poderoso, absorbente. La editorial Bartleby, en una más de sus apuestas, opta por correr ese riesgo dando visibilidad y una perspectiva más profunda y completa de la escritura de esta voz que durante algún tiempo estuvo, por muy diversas circunstancias, silenciada, como es la de Pablo del Águila.

Una escritura la de este autor cuyo sello impregna desde los primeros instantes al lector, en esta angustia de una existencia que dialoga con el día a día, con lo más sencillo para llegar a toda una serie de preguntas e interrogantes que tampoco precisan ser contestadas. La poesía de lo verosímil se impone, también como un sentido de auto exploración, quizás más visible al compartir ese dolor que produce estar vivo y lúcido -con lo que ello significa- siempre consciente de nuestra fugacidad como individuos.

En este transcurrir cronológico a lo largo de su obra, van surgiendo cambios y se va modelando ese timbre desde lo etéreo que se representa en la existencia hasta compromisos e ideas más concretas. Lo propio se vuelve ya general, no es un dolor solo de la voz en un momento concreto, sino que pasa a englobar el dolor de los demás, a hacer suyo la proyección del mundo, con lo de universal que ello confiere a ese trazado.

La pulsión vitalista que recorre la obra de Del Águila, bajo ese tono elegíaco inserto en lo cotidiano como si no tuviese más importancia, es uno de esos ramales que impregnan su poética. Pulsión que parece que solo va encontrando algo más de placidez cuando en la parte final gira claramente -en el aspecto temático- hacia ese punto en el que parecen converger todos los temas y temores, todas las sombras y los restos de luz que aparecen en los poemas: la presencia de la muerte.

Esa vitalidad se va alternando con un sentimiento encontrado de tristeza frente a la espontánea jovialidad, con la certeza de la pérdida como algo necesario e irreparable del que también hay que dejar constancia, no sin cierta ironía en algunas ocasiones, y con cierta actitud crítica -menos soterrada de lo que parece- hacia todo aquello que va contra los valores del individuo en un mundo que comienza a sentir la presión del interés superfluo del capital. Del Águila propone y dispone la palabra para luchar contra la adversidad, la lucidez frente al vacío, la injusticia, desnudar la belleza desde el silencio.