El pasado 5 de septiembre Nicanor Parra cumplió cien años. Un largo recorrido y una extensa trayectoria literaria. "Cien años", repetíamos un puñado de amigos recitando los versos de su poema El hombre imaginario : "Y en las noches de luna imaginaria / sueña con la mujer imaginaria /... / el corazón del hombre imaginario".

Desde muy joven, el poeta ha plasmado en su obra la cultura de transmisión y de innovación, muestra de ello es su primer libro, Cancionero sin nombre (1937). Nunca abandonó su tradición, el sentimiento crítico y el conocimiento científico que tanto le proporcionó en su poesía: como un orden geométrico invertido, un antihéroe creador de antipoemas repletos de verdadera literatura. El lenguaje cotidiano de sus versos crece como esa admiración a la que Platón consideraba el principio único de la filosofía.

Parra ha caminado con paso firme y con extraordinaria solidez, dejó improntas profundas en generaciones posteriores e hizo tambalear a sus contemporáneos. Pero daba la sensación de que Parra era un ser errante, reconocía su propia ignorancia y se hacía eco de ella. "Todo envuelto en una especie de niebla." Cada libro publicado demostraba su certeza, lo grande de una obra indispensable que crecía a un ritmo vertiginoso en sobredimensión.

Parra ha cumplido cien años. Reproducimos unos versos de su poema Declaración de principios : "Me declaro católico ferviente / no comulgo con ruedas de carreta / me declaro discípulo de Marx / eso sí que me niego a arrodillarme / capitalista soy de nacimiento / loco por las perdices escabechadas / - / en resumidas cuentas me declaro fanático total / eso sí que no me identifico con nada / la palabra Dios es una interjección / da lo mismo que exista o que no exista."