Página 41, dos mujeres cuchichean en el umbral de un despacho mientras observan al marido (supuestamente) de una de ellas manipulando un "extraño aparato". "Si no enloquece antes será la primera persona en escribir una novela en un teléfono móvil", le dice una a la otra. Esta es solo una de las múltiples visiones que nos ha dejado la popular revista estadounidense The New Yorker . Son doscientas viñetas seleccionadas y editadas por Libros del Asteroide, en las que, utilizando el mundo del libro como excusa, pretende hacernos reír, sonreír con los avatares que rodean el oficio, y demostrar que la caricatura no está reñida en esta ocasión con la seriedad que demuestra tan noble trabajo, sea este el de escritor, editor, librero, corrector o tan solo lector.

Los libros en The New Yorker , como antaño El dinero en The New Yorker o La oficina en The New Yorker , resulta una fantástica ocasión de observar el comportamiento real de los actores de la industria editorial. Y qué mejor manera que hacerlo trivializándola o dotándola de ese carácter surrealista que nunca debe faltarle. En la página 151, un reproche velado a los críticos literarios muestra las verdaderas carencias intelectuales del oficio. En realidad, como decía un viejo amigo poeta, ésta, la crítica, solo interesa a quien la hace y al reseñado. Pasemos página, leamos Los libros en The New Yorker con ánimo constructivo y una sonrisa permanente, disfrutemos del dibujo de los diferentes caricaturistas y agradezcamos a la editorial el acierto de traer a las mesas de novedades unos títulos que debieran ser de obligada lectura para posterior reflexión. (Se me olvidaba. La realidad supera a la ficción, y las novelas escritas en un teléfono móvil ya son una realidad).

COLUMNAS

Y de una antología de viñetas, por llamarla así, a una muy distinta pero igual de apasionante. La Editorial Círculo de Tiza presenta una recopilación de las columnas del escritor valenciano Manuel Vicent, publicadas en la contraportada de El País en su edición dominical, Radical libre . Hermoso trabajo, hermoso título. He defendido en alguna ocasión que la columna periodística es en sí misma un género literario, sobre todo gracias al buen quehacer de autores como Juan José Millás o el propio Vicent. Por eso es de agradecer que a veces tengan a bien el compilarlas, ya que de esa segunda lectura suelen extraerse nuevas reflexiones. Vicent es un maestro de la concisión. De una noticia, de un hecho aparentemente banal construye un relato. Retrata la realidad, la perfila y la moldea a su gusto para entregárnosla cuidadosamente torneada, al igual que Miguel Angel hizo con su David: "ya estaba allí en el mármol, solo había que quitar lo que sobraba".

Eso es lo que hace Manuel Vicent en sus columnas: de un hecho puntual y aparentemente trivial e intrascendente, la inauguración de la Pasarela Cibeles, la esencia del Belén en la Navidad, las fallas valencianas, la supuesta pederastia eclesiástica... da vida a una página inolvidable que una semana después podemos leer en El País . Por eso, dice Manuel Gutiérrez Aragón, y yo lo suscribo, el diario siempre lo comienza a leer por esa última página.