Herminia Luque (Granada, 1964) es narradora y ensayista. Su obra más reciente, Amar tanta belleza , ha obtenido el Premio Málaga de Novela. Antes había publicado Bitácora del Poseidón (2010), El códice purpúreo (2011) y Al sur de la nada (2013). Recientemente ha recibido una mención en el XV Premio de Ensayo Carmen de Burgos por Siempre guapa. El imperativo estético en la sociedad contemporánea , que aparecerá próximamente.

--Como Ana Caro, que busca fortuna en la Corte, ¿esta novela y este Premio Málaga son un impulso a su carrera narrativa?

--Desde luego. Los premios otorgan visibilidad, son el anillo de Giges al revés, y ofrecen la posibilidad de llegar a un mayor número de lectores. En el caso del Premio Málaga de Novela, su prestigio literario es un valor añadido y me enorgullece estar entre sus galardonados.

--La suya ha sido una lenta carrera de fondo, ¿qué siente cuando puede ser leída por un público mayor?

--Un inmenso agradecimiento. Cada lector es un tesoro, un milagro en sí mismo; cada lector hace revivir la novela, la trae de nuevo al mundo, no sólo al suyo propio, sino al mundo de la literatura, al mundo de las palabras, el que compartimos todos. Por otro lado, la carrera de un escritor es siempre una carrera de fondo. Se requiere mucho tiempo, muchas lecturas y mucho trabajo para hacer algo que merezca la pena.

--En los 80 hubo una eclosión de novela histórica y luego un largo silencio, ¿es ahora un buen momento porque la narrativa, en general, parece perder energía?

--Sinceramente no creo que la narrativa esté perdiendo energía. Hay, sí, una crisis que es la del libro, que le afecta a la narrativa como a los otros géneros; una crisis que es económica y que es tecnológica. La presión de los nuevos formatos, los nuevos tipos de lectura, los nuevos usuarios, incidirán sin duda en las formar de narrar, pero seguiremos necesitando que nos cuenten historias de largo aliento, historias sólidas y bien narradas, con mundos coherentes y poéticamente distintos al de todos los días; eso es la narrativa, una necesidad vital y no creo que nos haga menos falta ahora. En cuanto a la novela histórica, yo creo que sí pasa por un buen momento pero corre el riesgo de convertirse en un subgénero. Hay que dotarla de dignidad literaria.

--Hay quienes ven en la novela histórica un género para analizar críticamente el pasado, ¿es esa su opinión?

--Analizar críticamente la historia es labor de historiadores, de la historiografía en general. Juzgar el pasado desde nuestros parámetros es, además de inútil, falaz. Funcionaría, en todo caso, con el pasado muy cercano. Los escritores que nos acercamos al pasado lo hacemos por sus posibilidades narrativas y estéticas. Y, en todo caso, para ver el presente con mayor claridad; para disfrutarlo más.

--Quien lea Amar tanta belleza , ¿podrá tacharla de excesivamente feminista?

--En verdad yo sólo he abundado en lo que dice la propia María de Zayas en sus novelas. En el prólogo a sus Novelas amorosas y ejemplares afirma la igualdad de las almas de hombres y mujeres, recurriendo, además, a un argumento de pleno sentido común: hombres y mujeres poseen la misma sangre, los mismos sentidos, las mismas potencias o aptitudes (tradicionalmente entendimiento, memoria y voluntad). Y que si a las mujeres, en vez de darles bastidores para bordar y almohadillas para hacer encajes, les dieran libros y preceptores, serían tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres. En la Francia del XVII hay todo un movimiento, el de las preciosas (rabiosamente ridiculizado por Molière), mujeres que tienen un vivo interés por las letras y que apelan --careciendo de educación formal que le está vedada-- al sentido común. En España, Quevedo ya se había burlado de las mujeres que demostraban cierto grado de cultura en La culta latiniparla (1624), esas hembrilatinas que, en vez de vainicas hacen comentarios, notas, y escolios. Doña María debía estar un poco harta de todo esto. Y no se corta un pelo llamando necios a los hombres que piensan que mujer es sinónimo de incapaz.

--De María de Zayas sabíamos poco y menos de Ana Caro, ¿un reto para fabular libre de presiones biográficas? ¿cuánto debe la novela a la realidad del momento?

--El desconocer determinadas circunstancias de la vida de las dos escritores fue un acicate para la narración: me permitió imaginar, inventar. Lo curioso es que, cuando he tenido acceso a datos recién descubiertos sobre Ana Caro, los he incorporado a la narración porque resultaban más novelescos que lo que yo hubiera podido inventar. Por ejemplo, que Ana Caro fue una esclava prohijada (adoptada diríamos ahora) por Gabriel Caro de Mallén, procurador de la Real Audiencia de Granada; y probablemente tuviese un origen morisco.

--¿Usted novela la amistad de ambas escritores, o hubo un amor lésbico?

--No sabemos el tipo de relación que hubo entre ellas. Castillo Solórzano, un autor que conoció a ambas, dice en su novela La garduña de Sevilla que Ana Caro acompaña en Madrid a doña María de Zayas y nada más, aparte de los elogios hacia el talento de las dos y referencias sobre sus obras.

--El ajuste textual es muy importante, ¿ha supuesto un esfuerzo adaptar el lenguaje del XVII más que el resto de la trama?

--Esfuerzo no, un placer. Cuando lees mucho de una época, fluye luego con naturalidad un lenguaje que incorpora préstamos de lo que has leído. No hay copia mimética: hay creación impregnada de una admiración intensísima por un legado literario, el del XVII, que deberíamos conocer y valorar más. Pero hay que leer ese lenguaje de la novela con prevención: algunos refranes no pertenecen a la tradición, son inventados por mí; aquí y acullá he dejado caer alguna palabra que no está en textos clásicos ni en el Covarrubias (el diccionario de principios del XVII, que es un maravilla); algunos nombres remiten a actrices contemporáneas, una historia secundaria se basa en un crimen que se cometió en 2013-

--El lector puede confundir realidad histórica con ficción, ¿es algo de suma importancia o debe dejarse llevar por la historia de estas dos mujeres?

--Debe dejarse llevar. Si no, uno de los pactos que se establecen entre lector y narrador queda roto. Debe dejarse arrastrar y gozar, como de un buen vino o un manjar exquisito (luego ya te preguntas de qué está hecho, cuál es el proceso de elaboración-etcétera). De todas formas, si luego quiere conocer más sobre las escritoras, hay una relativamente abundante bibliografía sobre ellas. Y desde luego debe leer las novelas de María de Zayas (Novelas amorosas y ejemplares y Desengaños amorosos ) y las obras de teatro de Ana Caro (Valor, agravio y mujer y El conde Partinuplés ).