Reportaje

El futuro del campo sin abejas: "Va a ser imposible polinizar"

Los productores de miel se enfrentan a la competencia desleal, las trabas burocráticas, el cambio climático y el avispón asiático

Un hombre ofrece a probar miel en la feria.

Un hombre ofrece a probar miel en la feria. / ÓSCAR BARRIONUEVO

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Derribemos un mito: la miel no es eterna. Una leyenda urbana dice que los arqueólogos encontraron el néctar en perfecto estado de conservación en la tumba del faraón Tutantkhamón descubierta en 1922. En la inscripción de los recipientes se detallaba el contenido en jeroglíficos, pero en realidad estaban vacíos.

Unos años antes de que Howard Carter y Lord Carnarvon descubrieran los tesoros de Tutankhamón, tres egiptólogos mucho menos mediáticos -Theodore M. Davis, Arthur Weigall y Gaston Maspero- encontraron en el Valle de los Reyes la supuesta tumba de sus abuelos -los del faraón-. Allí sí había jarras de alabastro selladas con un contenido líquido que, una vez destapadas, desvelaron su perfume. El hallazgo fue publicitado como miel aún comestible ¡3.400 años después de haber sido producida por las abejas de Tebas!

El contenido real

Tres años después, los análisis químicos demostraron que la presunta miel era en verdad una mezcla de un poco de agua y mucho natrón, una especie de sal abundante en Egipto que se usaba en los procesos de momificación. El desmentido se publicó pero nunca tuvo la misma repercusión y así se generó y perpetuó un mito que ha llegado hasta nuestras días, más aún cuando uno de aquellos tres arqueólogos -Weigall- también estuvo presente en la apertura de la tumba de Tutankhamón. Se han encontrado restos de miel incluso más antiguos en otros yacimientos -como ocurre con otros alimentos como los cereales o la cerveza-, pero eran solo pequeñas muestras que, desde luego, no servían para el desayuno.

Puede que la miel no sea eterna, pero en las condiciones adecuadas aguanta décadas sin conservantes añadidos (aunque sí tiene un antiséptico natural que producen las abejas). Ningún otro alimento sin modificar se mantiene tanto tiempo sin pudrirse, aunque por norma, los botes de los supermercados recomiendan consumirla en un par de años. Sea como sea, un producto natural de calidad excelente que lleva en nuestra dieta miles de años, desde el origen mismo de la civilización -en España hay pinturas rupestres del Neolítico que lo atestiguan-, podría escasear en poco tiempo. Tal vez en años. 

Los problemas de los apicultores

El sector apícola lleva un lustro sufriendo una merma de producción que se atribuye a varios factores, entre ellos el cambio climático, el aumento de las temperaturas y la sequía, problemas que no hacen más que empeorar un año tras otro, tal como ha puesto de manifiesto en Expomiel Antonio Vázquez, apicultor y portavoz de COAG para todo lo que tenga que ver con las abejas. En la actualidad la cabaña melífera de las colmenas andaluzas es de un 20 por ciento de una campaña habitual, y en algunos casos como la miel de azahar -la flor del naranjo- no alcanzan ni al 10 por ciento. 

La situación es tan crítica que, según Vázquez, "va a ser imposible polinizar. Tenemos unas colmenas tan diezmadas en población que cuando llegue la hora de polinizar tampoco vamos a poder". El diagnóstico es dramático porque sin las abejas como agentes polinizadores, el resto del campo también sufre. La polinización es como el sexo para los árboles, pero sin el como. Sin ese proceso biológico las flores no se fecundan, y por tanto no producen semillas ni frutos. Existen otras especies capaces de mover el polen (sobre todo pájaros e insectos), e incluso el agua y el viento pueden hacerlo, pero las abejas siguen siendo esenciales.

Estante de miel Sierra de Montoro.

Estante de miel Sierra de Montoro. / ÓSCAR BARRIONUEVO

La caída en la producción de miel no es el único -ni de lejos- problema de los criadores de abejas. Otros cultivos agrícolas también han sufrido una merma semejante por la sequía, pero lo poco que producen se vende más caro. Sólo hay que ver los lineales del aceite de oliva. En el caso de la miel, ni cara ni barata; sencillamente apenas se vende, al menos la de los productores locales. Despotrican contra las grandes cadenas de distribución, envasado y alimentación, que prefieren comprar miel asiática adulterada con jarabe de glucosa. "La industria nos ha echado. Es el segundo año consecutivo en que nos han dicho que no nos compran ni un kilo de miel", en palabras del representante de COAG. "Eso nos está matando", insiste. Por ello son importantes ferias como Expomiel, donde los pequeños productores pueden vender su miel sin intermediarios

El avispón asiático

A todo esto se añade la llegada de especies invasoras de avispas que matan a las abejas en la competencia natural. "Tenemos una nueva amiga", explica con sorna Vázquez. Habla de la Vespa orientalis, un avispón foráneo que ataca a las colonias melíferas para alimentarse. Su presencia está muy extendida en Cádiz y Málaga, pero ya ha llegado al Sur de la provincia de Sevilla y muy recientemente se ha encontrado también en Córdoba. Según el portavoz de COAG, "esta ha venido para quedarse, porque quien viene a Andalucía ya no se va, y menos esta Vespa". 

Para combatir a esta avispa asesina el sector necesita que el Gobierno central la declare como especie invasora, un procesoadministrativoo empantanado desde hace año y medio. Como si los apicultores no tuvieran bastante con todo lo anterior, también tienen que lidiar con la burocracia. 

El caso de una empresa local

En este negro panorama subsisten empresas pequeñas como Fuentecilla, que tiene unas 300 colmenas con base en Los Pedroches, aunque a veces las trasladan a otros campos cuando quieren miel de una flor concreta (lavandín, naranjo...). Da igual donde las pongan, la cosecha de miel alcanza, en el mejor de los casos, a un 25 por ciento de lo que debería ser habitual. Y cuando abren las colmenas, encuentran que una de cada cuatro abejas está muerta, explica la trabajadora Ana Rojas

En Fuentecilla solo tres personas se encargan de todo: fabrican las colmenas, las colocan, recogen la miel, envasan, etiquetan y venden. No hay intermediarios, el único modo que tienen de mantener un precio asequible, aunque sea a costa de quedarse fuera de los canales principales de comercialización. "No hay miel en el mercado. La miel pura es muy poca y lo que se vende no es miel", asegura Ana Rojas refiriéndose a la competencia de mezclas de néctar procedente de otros países. 

Lo sorprendente es que su producto, de calidad superior y natural, es más barato que una miel industrial de supermercado. En Expomiel un kilo de miel de encina se vende a 9 euros, precio similar al de los demás expositores de la feria, una veintena. En los lineales, una reconocida marca vende sus mezclas de mieles del quinto pino a entre 12 y 20 euros el kilo, según el formato; la ecológica de origen español puede llegar a los 30 euros. Si les gusta el verdadero jarabe de abeja corran a Expomiel, no sea que el año que viene ya no exista este manjar que lleva milenios con nosotros. 

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