Ganado: seis toros de Victoriano del Río --el tercero con el hierro de Toros de Cortés-- interesantes, bravos, nobles, que cumplieron con los caballos pero que llegaron a la muleta sin calidad.

Sebastián Castella: estocada (oreja tras aviso recibido toreando) y estocada trasera y aviso (ovación tras dos avisos).

José María Manzanares: estocada recibiendo en dos tiempos (ovación con saludos tras petición insuficiente) y estocada sin puntilla (ovación con saludos).

Alejandro Talavante: pinchazo y estocada caída y tendida (palmas) y estocada que hace guardia y dos descabellos (ovación con saludos tras aviso).

Incidencias: Castella fue empitonado en su primer enemigo y sufrió una cornada en la cara interna del muslo derecho de diez centímetros que llega hasta el pubis. El diestro no se miró y continuó en el ruedo hasta que liquidó a su segundo toro.

Por fin una corrida de toros con interés. Y todo gracias a los tres matadores que rivalizaron en el ruedo hasta lo indecible. Si la fiesta es emoción, ayer tarde la hubo a raudales. Parecía que se decían entre ellos... y yo más. Y la verdad es que fue tarde no apta para cardíacos con toros que, sin embargo, no eran barrabás pero que al faltarle un puntito en la muleta obligaron a los diestros a emplearse a fondo. Y Madrid es Madrid. Por eso son figuras indiscutibles. No perdonan nada. Y así el público se divierte, aunque lo pase mal. Tarde, pues, para recordar.

Quien vivió la cara y cruz fue Castella, que comenzó su faena de muleta por alto y al pasar a la derecha una racha de viento le deja descubierto cuando el toro venía arrancado y resulta empitonado. Se le veía herido pero el torero, en una lección de pundonor, no se miró y siguió toreando exponiendo aún más. El animal embestía rebrincado y el diestro insistía, hasta el punto que recibió un aviso en plena faena. Se la jugó y esa entrega ayudó a cortar la única oreja de la tarde. En el cuarto, estatuarios en el centro del ruedo para enseguida torear en redondo. El toro se va quedando corto y sale trompicado. En su afán de triunfo continúa por el pitón izquierdo, donde la embestida era más continuada, pero la falta de calidad del toro impide la trasmisión.

Manzanares recibió a su primer burel con unas verónicas de mucho empaque rematadas con media, contestadas con ovación del tendido. Comenzó la faena de muleta con la franela en la diestra para enjaretarle unos muletazos vibrantes que remata con un cambio de mano por la espalda para rubricar con el de pecho. Cambia de mano y el toro tiene menos trasmisión. Vuelve a la derecha y continúa con varias series muy entregado que calan en los tendidos. En el quinto nuevo recibo capotero de calidad. Ya con la muleta al comenzar con la derecha, el toro se le coló y a punto estuvo de engancharlo. El animal tenía un peligro sordo. Había que estar ahí y Manzanares estuvo. No regateó esfuerzo ni riesgo. El animal miraba más al diestro que al engaño y, sin embargo, el torero aguantó con los pitones en la barriga. El animal acabó embistiendo sin humillar y acortando el viaje. Manzanares demostró con este toro su capacidad de resolución ante enemigos que no dan facilidades.

Talavante vino a por todas. Ya lo anunció en el quite que realizó al segundo de la tarde. El toro lo brinda a la memoria de su abuelo, fallecido dos días antes. Comienza por la derecha con cambio de manos. Le da la distancia adecuada al toro y realiza una serie aceptable en redondo. Por la izquierda el toro no se emplea tanto. No acaba de transmitir. Vuelve a la diestra pero el toro no acaba de reventar. En el sexto realiza el mejor toreo de capote de lo que va de feria. Unas ajustadas verónicas con mano baja y después un quite por delantales muy vistosos rematados con dos chicuelinas. Pero el escalofrío llega al público cuando comienza la faena de muleta con dos estatuarios sin mover los pies y un pase con la muleta por la espalda. Se pasa la franela a la zurda y el animal con la embestida incierta le hace cambiar de opinión. De nuevo con la diestra, muy dispuesto y valiente, pero el toro embiste rebrincado y sin emplearse. Una vez más lo intenta con la zocata, pero el animal ya había despejado dudas. Antes de entrar a matar aún quiso Talavante rizar el rizo y culminó con dos manoletinas ajustadísimas de esas del !huy¡ en la garganta de los espectadores. La trasmisión la puso el torero que estuvo por encima de su enemigo.