Ganado: cinco toros de Torrehandilla, el tercero como sobrero, pobres de presencia, flojos y alarmantemente mansos. Salvo el quinto, que tuvo algún ímpetu, los demás bueyes de carreta. El cuarto, un sobrero de Gavira, más aparente en todo que los titulares, y aún así también insuficiente.

Morante de la Puebla: estocada (silencio); y media estocada y tres descabellos (ovación tras un aviso).

El Fandi: pinchazo y estocada (silencio); y estocada atravesada que escupe y dos descabellos (una oreja con petición de la segunda).

Miguel Angel Perera: estocada desprendida (silencio); y pinchazo hondo y descabello (silencio tras un aviso).

Plaza: Granada, tuvo más de tres cuartos de entrada en tarde de nubes altas y calor agobiante.

No fue suficiente con aguantar el calor. Hubo que sufrir también una vergonzante corrida de Torrehandilla, imposible para hacer el toreo. Lo de hoy no tiene nombre. Es como para acudir al defensor del pueblo, que por cierto es un reconocido aficionado. Casos así no parecen de recibo. Y es curioso, los mismos responsables del desaguisado se rasgan ahora las vestiduras, lamentándose del nulo juego de los toros. ¿Acaso no son los mismos toreros a través de sus apoderados y en connivencia con la empresa, los que decidieron que salieran al ruedo estos toros? Lo grave es que no hay manera de recusar a nadie. El espectador, a callar, y si quiere volver ya sabe lo que se puede encontrar en la próxima.

El público granadino, lo demuestra día tras día, es bueno hasta la santidad -complaciente con todas las intervenciones que se suceden en el ruedo por ligeras que sean-, pero tonto no. Y es esto último lo que hay que aclarar. Pues es posible que haya también otro tipo de responsables que estos días atrás se explayaban en tribunas y tertulias públicas con lisonjas y opalandas que trataban de ensalzar las engañifas de corridas que también se han ofrecido en esta mismo serial.

La corrida de la víspera, de Núñez del Cuvillo, impuesta seguramente por José Tomás, sin ser nada del otro mundo en presencia y fuerzas, sirvió para desenmascarar el tinglado. Una corrida normal, sin más, pero que funcionó, con un balance de siete orejas, tres rabos, un toro de vuelta al ruedo y otro indultado. Tampoco es frecuente, y no hay por qué pedir tanto. Pero para evitar porquerías como la de hoy, cuando menos hay que estar en guardia.

Porque hoy estuvieron tres canales de televisión ofreciendo la pantomima y el desaguisado de corrida, es más fácil contar lo que pasa en la Feria de Granada sin temor a represalias por infundado amarillismo. Quede claro que los verdaderos enemigos de "la Fiesta" son ellos, precisamente los que se lucran de ella, y de paso los que se lo consienten callando o mintiendo directamente.

Los ¿toros? de ayer, tambaleantes antes incluso de acudir al caballo, tumbándose en varias ocasiones, les costaba un mundo seguir los engaños. Los tres toreros, en proyectos de faenas imposibles.

Morante no fue más allá de las simples probaturas en el primero. Y aunque pudo prodigarse más con el sobrero de Gavira que hizo cuarto, que tuvo más entidad que el resto del encierro, sin embargo, tampoco pasó de las pinceladas, sin proyección de faena.

ElFandi, ídolo en su tierra pese a tantos despropósitos a su alrededor, esta vez no pudo. Impotente, taurinamente hablando, en su mansísimo primero, que estuvo más tiempo echado que de pie. En el quinto logró maquillar el desastre con el aluvión de lances, banderillas, carreras y pases de todas las marcas que decían los revisteros antiguos, consustanciales a su popular y populachero estilo. Menos mal que el presidente esta vez evitó el sonrojante espectáculo de las habituales dos orejas, concediéndole sólo una. Que ya está bien.

Y Perera. ¿Qué le pasa a Perera? El torero más completo de los tres últimos años está atravesando un momento inquietante en su carrera. No es que no lo vea claro él, sencillamente es a él a quien no se le ve. Su contrastado poderío y mando se diluye en corridas así. Absolutamente ridículo.