Ganado: novillos de Torrestrella, bien presentados y de buen juego en general. Destacaron cuarto y séptimo, precisamente los de más fuelle, ya que las fuerzas medidas condicionaron al resto. El conjunto, no obstante, tuvo nobleza y calidad, excepto el tercero, que no se entregó, y el segundo, descompuesto.

José Ortega Cano: pinchazo hondo (una oreja).

Enrique Ponce: estocada desprendida (una oreja con petición de la segunda).

Manuel Jesús ´El Cid´: pinchazo y estocada (silencio).

Reyes Mendoza: cinco pinchazos y cuatro descabellos (ovación tras aviso).

Morenito de Aranda: estocada casi entera (una oreja).

Julio Benítez ´El Cordobés Hijo´: estocada casi entera desprendida y tendida, y dos descabellos (ovación).

Israel de Córdoba: estocada delantera y siete descabellos (ovación tras aviso).

Plaza: Los Califas (Córdoba). Tres cuartos de entrada en tarde lluviosa y fría.

Lástima de lluvia, que redujo el éxito de público y que condicionó el desarrollo del festejo arriba y abajo. En el tendido, por la incomodidad de seguir el espectáculo bajo un intenso aguacero, y en el ruedo, porque ni toros ni toreros, con un piso embarrado y resbaladizo, pudieron maniobrar con soltura. Y aun así, buena tarde de toreo, con gotas de calidad en el ganado y en los espadas, que en otras circunstancias hubieran roto a mucho más.

Pero en medio de esas condiciones, hay que insistir, se vieron muchas cosas buenas. Como las de Ponce, que volvió a entregarse para sacar más provecho del esperado de un novillo descompuesto; como las de Reyes Mendoza, que recordó a aquel novillero que encandiló hace años a Madrid hasta ganarse nueve actuaciones a pesar de su pertinaz fallo a espadas; como las de Morenito de Aranda, un torero de excelente estética, o como las de Israel de Córdoba, con una disposición y un trazo que no desplegaba desde hace tiempo.

De estos cuatro sorprendió Reyes Mendoza, que entró a última hora en sustitución de Espartaco y que justificó sobradamente su inclusión. Y es que el cordobés, que este año quiere recuperar tiempo perdido, recordó a ese novillero que, de no ser por la espada, podía haber roto hacia arriba catapultado desde Las Ventas.

Ayer, como entonces, personales estatuarios, con la planta y la mirada clavada en el albero. De inmediato, derechazos largos y ligados, manteniendo el mismo son al natural. Circulares, espaldinas, pases por alto ajustándose al animal... Mucho y variado, con ansias de no dejar nada en el tintero y con la única pega de algún que otro desarme. Uno de ellos, toreando de rodillas, le costó salir prendido. Pero de nuevo se puso de la misma guisa corriendo la diestra con temple y largura. Y todavía un cierre muy saleroso de ayudados. Bien Reyes Mendoza, muy completo, entregado y llegando al tendido. Pero como en su mejor etapa, aquella de novillero, de nuevo muy mal con la espada, dejándose una vez más el triunfo en el camino.

No sorprendió Ponce, que no puede hacerlo después de tantos años de magisterio, pero de nuevo su técnica, entrega y plasticidad relucieron sobremanera. Y es que el valenciano no solo se hizo con un animal de embestida descompuesta que se había querido colar en los capotes, sino que una vez vencido lo exprimió más allá de donde parecía posible. Así, primero le tapó los defectos llevándolo, precisamente, muy tapado en la muleta, obligándolo a seguir a pesar de que protestaba en el viaje, cabeceando y desparramando la mirada. Y luego, una vez venido a menos el novillo al verse superado, Ponce aumentó el metraje de la faena tirando de la embestida y gustándose en cada muletazo en una labor marca de la casa.

Muy estético, igualmente, se mostró Morenito de Aranda. Con la izquierda, primero en medios muletazos para los medios viajes del animal, y luego cerrando el círculo y rematando atrás una vez desengañado el novillo, el torero demostró clase y temple. Le faltó más recorrido al de Torrestrella para que explotara la faena, y aun así, por la derecha, estuvo igualmente resuelto al alargarle el viaje. Buena faena que le abre crédito en Córdoba.

También recuperó parte de él Israel de Córdoba, con una de sus mejores actuaciones. Tan bien comenzó que él mismo se aceleró en sus ansias de sacar provecho del momento, terminando por eso algo embarullado. Pero con un buen novillo, en la primera fase, corrió la mano por ambos pitones con gusto y continuidad.

Ortega Cano con un novillo con poca fuerza que lo dejó estar sin apuros, se tomó sus ventajas, aunque consiguió una faena aparente. El Cid, en cambio, pasó en blanco con el animal más deslucido. Ya con el capote se le coló y le dio un pitonazo en el vientre, y a partir de ahí ni el torero se confió ni el ejemplar, con la cara alta y sin entregarse, lo dejó ponerse con convencimiento. Algo que sí hizo Julio Benítez, pero a su manera. Después de un primer tramo de toreo fundamental que no llegó al tendido, rápidamente optó por acortar distancias y descararse, el recurso que practica con más soltura. Los saltos de la rana finales demostraron cuál había sido su apuesta en una tarde en la que el buen toreo relució en medio de la lluvia.