Ganado: Toros de Núñez del Cuvillo --el quinto como sobrero al ser devuelto el segundo--, bien presentados --algunos con poquita cornamenta-- y de buen juego.

Javier Conde: pinchazo y descabello (silencio tras aviso); y tres pinchazos y estocada corta (pitos).

José Tomás: pinchazo y estocada corta (oreja tras aviso); y pinchazo y estocada (una oreja tras aviso y fuerte petición de la segunda).

Sebastián Castella: estocada caída y trasera (aviso y palmas tras petición minoritaria); y estocada fulminante (oreja con fuerte petición de la segunda).

Plaza: Valencia, lleno.

Emotivo, sincero, puro, auténtico, espléndido, pletórico, inmenso..., un diccionario entero llevaría la crónica para hablar de los atributos que tuvieron las dos faenas de Tomás ayer en Valencia, cuyo logro más importante fue precisamente agotar los más elocuentes calificativos.

Ha sido tanto o más que el mismísimo no va más. Un fuera de serie este José Tomás.

La finura de un par de lances en el toro que iba a ser devuelto. Y un estimable quite también a la verónica en el que se lidiaría finalmente. Lo gordo vino con la muleta, desde los estatuarios iniciales hasta el último remate por abajo buscando la igualada, en cada pase Tomás fue acariciando con la tela la mazorca de los pitones.

No se puede torear más cerca y con más valor, con más limpieza y ligazón. Lección magistral de lo que es la unidad y el ritmo, el son y el compás. Así se torea según los manuales. Desde luego que el astado aportó también lo suyo.

Pero no iba a quedar ahí la cosa. El quinto ya no fue tan claro, calamocheando, al llegar a la muleta no quería seguirla si no atraparla, atropellando, dificultad en la que no reparaba la masa del tendido.

Fue cuando Tomás obró el milagro, haciendo honor al brindis que dedicó al maestro Paco Camino que estaba entrebarreras. Tomás se olvidó de su cuerpo y aquello fue pura ensoñación. Incluso en las alegrías finales, con los cambios de mano por delante y por atrás, el molinete sin ayuda y las manoletinas.

Todo de diez, menos la espada. Hubo sendos pinchazos previos a las estocadas finales, y por eso no cortó dos orejas.

Y como después del diluvio ¿para qué más agua?, poco se puede contar del resto de la tarde. Castella no dejó poso su primer trasteo por lo incomodo del toro y porque tampoco él supo atemperarse. Al sexto lo cuajó en faena a más. Conde hizo sus cosas, más notables y elegantes en el buen primero, y sin querer ver al otro.