Ganado: toros de Gavira, bien presentados, justos de fuerzas y bajos de raza, pero nobles y de buen juego. El mejor, el cuarto. Los peores, tercero y sexto.

José Antonio ´Morante de la Puebla´: estocada (ovación); y pinchazo hondo y dos descabellos (una oreja).

César Jiménez: pinchazo y estocada (ovación); y media estocada (ovación tras petición insuficiente).

Salvador Vega: media estocada, cinco pinchazos, nueva estocada y tres descabellos (ovación tras dos avisos); y pinchazo hondo, estocada y tres descabellos (palmas en la despedida).

Cuadrillas: Poli Romero saludó montera en mano en el segundo y Juan José Trujillo y Francisco José Sánchez hicieron lo propio en el tercero.

Plaza: Jaén, menos de media entrada.

Una oreja para Morante fue el balance de la corrida de ayer en Jaén, en la que pudo haber cortado pelo también Salvador Vega de no haber fallado con la espada.

Cartel de arte muy actualizado. Una terna joven y con proyección a través del toreo bueno. Aunque la ambición de cada uno, en grado muy distinto.

Morante, por ejemplo, no se comprometió lo más mínimo con el que abrió plaza, un toro noble y humillado al que no terminó de llevarlo. Trasteo aseado, que diría un revistero antiguo. A todas luces le faltó profundizar, cosa que si hizo en el cuarto, el mejor del encierro. Morante tuvo gracia y supo resolver con cierto valor alguna que otra situación comprometida.

LLEGO LA OREJA

Bonita faena, en la que dio muletazos de mano muy baja y sentida, intercalando alegrías a modo del kikiriki, el trincherazo o el molinete invertido, naturalmente que también con los obligados de pecho. Fue faena que llegó mucho por su frescura y alegría. De ahí, la oreja.

En su actuación, el diestro César Jiménez estuvo más birlongo, término acuñado también por un viejo maestro de las letras taurinas, el recordado Antonio Díaz Cañabate para referirse a situaciones ventajistas frente al toro. Y es que Jiménez abusó mucho del pico para torear siempre hacia afuera.

En el quinto, más ventajista si cabe, aunque esta vez con cierta pinturería. El toro amagó rajarse a mitad de faena, y César Jiménez no redondeó nada.

Vega, con el lote menos propicio, en cambio estuvo mucho más dispuesto. Muy firme con el manso y complicado tercero, que embistió un punto violento. Se echó para adelante el torero sin pensárselo dos veces, y terminó el toro medio entregándose. Una pena que no lo matara como Dios manda porque la gente se apasionó tanto como el mismo torero.

En el sexto, ya no pudo ser. El toro buscó la querencia con descaro, yéndose suelto de cada muletazo. Vega lo persiguió por toda la plaza, y fueron vanos todos los intentos.