Ganado: tres toros de Dolores Aguirre, los tres últimos; devuelto el primero de esta misma ganadería se lidió un sobrero de Criado Holgado, difícil; segundo y tercero, de Carlos Núñez, muy complicados. Corrida muy seria; todos los toros, sin excepción, grandes y con desarrolladas y astifinas defensas.

Pepín Liria: pinchazo, media y dos descabellos (silencio tras un aviso); y seis pinchazos y descabello (pitos tras un aviso).

Juan José Padilla: estocada y dos descabellos (silencio); y estocada y dos descabellos (silencio)

José Pacheco ´El Califa´: estocada a toro arrancado (dos aclamadas vueltas al ruedo tras ruidosa y mayoritaria petición de oreja, con bronca al presidente); y estocada (dos orejas).

Incidencias: en la enfermería fue atendido El Califa de "un puntazo en el muslo derecho y de hipoglucemia".

Plaza: Las Ventas (Madrid). Lleno de "no hay billetes" en tarde calurosa.

La tarde, y de momento la feria, del Califa. Una emocionante y completa actuación que empezó negándola el presidente. Se equivocó el usía al negarle injustamente la oreja del tercero. La plaza entera pedía el trofeo, o quizás faltaba precisamente el pañuelo del presidente. Un buen presidente como ha demostrado a lo largo del tiempo, Juan Lamarca, que cometió ayer una tremenda injusticia con denegar el trofeo. Menos mal que en el siguiente toro hubo motivos para rectificar.

Porque por la forma en la que se desarrollaba la corrida, de sustos y atragantones para los toreros, de miedos que subían al tendido por lo complicado de los toros, y por el hecho mismo de la disposición y la firmeza que tuvo El Califa frente a ese tercer toro, se mereció de sobra el apéndice.

Un triunfo, en su primero, reconocido por los veintidós mil y pico espectadores, menos por quien decidía a última hora, el señor Lamarca. La bronca al palco fue de órdago, tan fuerte como las ovaciones al Califa en las dos vueltas al ruedo. ¿Que no fue faena de exquisiteces? Esta vez no hacía falta, ni era posible. Había que juzgar, como lo entendió la plaza, al torero en función de las condiciones del astado.

El de Carlos Núñez, que se emplazó de salida, buscando hierba, con la cara entre las manos y huido de los capotes, no fue fácil hacerse con él. El Califa entendió que había que andarle para atrás, hasta que el animal se confiara. Y luego, lo más importante, tragarle. El de Núñez medía mucho al torero antes de pegar cuatro arrancadas seguidas, o cinco, o seis, sin dejar respirar. Toro con genio y muy fiero.

AGUANTAR CON ESTOICISMO

A veces, todo hay que decirlo, el hombre estuvo tan apurado, que se defendió cortándole el viaje. Pero en general aguantó, y con estoicismo. Tragó El Califa lo que no hay en los escritos. Unas series mejor que otras, mas en conjunto con actitud pundonorosa, de valiente a carta cabal. Tanta angustia e incertidumbre hubo a lo largo de la faena que incluso a la hora de entrar a matar el animal se le arrancó por sorpresa sin dejarle más opción que la de aguantar con la espada por delante.

Fue el momento de la estocada, de la que el toro salió para el tiro de arrastre. La petición de oreja, ya está dicho, fue unánime. Se equivocó de lleno el señor presidente. Por supuesto que no le faltaron méritos a la faena, valores estrictamente taurinos, pero además hubo un componente emocional muy notable: el brindis, al cielo, a la memoria de su padre, que había fallecido cuarenta y ocho horas antes.

Luego, El Califa entendió al manso sexto dándole la distancia y los espacios necesarios. Huido en cada muletazo, el hombre le buscó, obligándole a volver, y una vez en el canasto, se sucedieron los pases largos y hondos, despacio y por abajo. La técnica, procurando siempre darle los adentros, obró el milagro, aunque esta vez hubo más, magia y duende, un no se qué torero que hizo vibrar a todos. Entró la espada a la primera, y no hubo más discusión. Las dos orejas, con las que salió a hombros por la puerta grande. El Califa, como hace tres años, vuelve a reinar.

VALENTIA Y VOLUNTAD

Liria fue una vez más de valiente, aunque sólo en el primero, un toro que no humilló, sin fijeza y que más que embestir topaba, además buscando el refugio de la querencia, en tablas. Liria se puso por los dos pitones aun cuando el astado no tenía un pase. Todo quedó en un honrado proyecto. Ya en el cuarto, con mucha mejor condición, Liria se arrugó más, sin llegar a comprometerse.

Padilla puso mucha voluntad en sus dos toros, aunque la nula condición de los mismos, no le dejó redondear. A su primero lo recibió frente a chiqueros con larga cambiada, lance que repitió en el tercio. El toro, incierto y sin humillar, se arrancó siempre por sorpresa, tragándose los muletazos muy espaciados.

Muy descastado el quinto, tomaba los engaños al revés, incluso se volvía también por el lado contrario. Toro blando que no estuvo nunca por la pelea. De Padilla hay que resaltar sus dos espléndidos tercios de banderillas, y entre los seis pares, el último al quinto, de apabullante ajuste.