Cuando aún está reciente en la memoria la temprana muerte por excesos de esa cantante que le decía "no, no, no" a la vida, Amy Wynehouse, otra gran voz se apaga de forma más o menos anunciada. Whitney Houston, la reina negra del pop-soul de los 80 y 90, sufrió en carne propia el dolor y la dependencia a las drogas desde su matrimonio con Bobby Brown en 1992, el año en que triunfó con su interpretación en el filme El guardaespaldas. Y bien le hubiera ido tener uno en su día a día: acabó divorciándose de su marido maltratador en el 2007. Aunque la diva de historial turbulento describió sus tormentos públicamente ya mucho antes, a principios del 2000, con frases así de estremecedoras. “El gran demonio está en mí. Soy o mi mejor amigo o mi peor enemigo".

La artista femenina más galardonada de todos los tiempos, entre sus distinciones destacan dos Emmy y hasta seis Grammy, murió precisamente la noche previa a la celebración de estos últimos premios. Cuando se preparaba para asistir a la fiesta que organizaba Clive Davis, el que fuera su descubridor en 1983.

La primera vez que Davis la vio fue mientras cantaba con su madre Cissy Houston en formato de dúo. Fue su progenitora quien la inculcó precozmente en la música. A los 11 años la voz de la pequeña Whitney ya brillaba en el coro góspel de una iglesia baptista de su barrio, en Newark (Nueva Jersey). Además, su madre era prima de Dionne Warwick, una de las grandes damas del soul y el pop en Estados Unidos. Y la inmensa Aretha Franklin fue la madrina de nacimiento de Houston.

Desorientada ante la vida y el micrófono

Tras años de decadencia e internamiento en centros de desintoxicación, Houston volvió a intentar acariciar el éxito en el 2009 con el álbum I look to you, que incluía el hit Million dolar bill y llegó a ser número uno en las listas estadounidenses. Pero su presentación en directo fue un desastre. En una gira internacional que comenzó en febrero del 2010 recibió durísimas críticas por sus malas actuaciones en Australia y Gran Bretaña. Y el único bolo que tenía previsto en España, concretamente en Tenerife, acabó anulándolo. Desorientada ante la vida, y ante el micrófono, fue incapaz de sostener las notas de la canción I will always love you.

Desde hacía demasiado tiempo su salud estaba visiblemente mermada. Y en mayo del 2011 ingresó otra vez para su rehabilitación. De hecho, en el momento de su muerte, Houston planificaba de nuevo su retorno. El pasado septiembre, la revista The Hollywood Reporter aseguraba que participaría en un remake de la película de 1976 Sparkle. Y recientemente los medios norteamericanos anunciaban que se le había ofrecido un puesto como juez en el popular programa de televisión The X Factor.

A la estrella la sobreviven su hija Bobbi Kristina y su exesposo, con quien compartió celos profesionales, penosas peleas, adicciones a la cocaína y a la marihuana, e incluso un reality show en una televisión estadounidense. Brown se enteró de la muerte de su ex cuando actuaba en Mississipi. No anuló el recital. Pero sí rompió a llorar varias veces sobre el escenario. Y no solo eso, al final de una canción gritó "Whitney, I love you", frase que remachó lanzando un beso al cielo.