La Semana Santa poco a poco fue llegando a su fin y lo saben todos los cofrades que cada Viernes Santo se emplazan en la plaza de la Compañía para contemplar el gran catafalco que recoge la urna en la que es depositado Cristo tras el Descendimiento.
Una plaza de la Compañía que ayer estaba más ruidosa de lo habitual, no guardando el silencio que requiere el paso de esta cofradía. Un público que quizás no fue consciente del momento vivido a las puertas de este templo cuando a los sones de ‘Lacrimosa’ de Mozart la urna del Sepulcro bajaba la rampa de la parroquia de la Compañía.
Tampoco fue el adecuado el ruido al salir el paso de palio de la cofradía, donde se cobija la Virgen del Desconsuelo en su Soledad acompañada de San Juan y María Magdalena. Este paso de duelo, con toda la cera encendida y exornada con las características piñas cónicas en esta ocasión hechas con clavel blanco, se fue haciendo hueco entre la plaza acompañada de las voces del coro Cantabile que entonó bellas melodías para mitigar el dolor de esta hermosa Virgen que sin consuelo cada Viernes Santo se deshoja en la plaza de la Compañía.
La cofradía del Santo Sepulcro con su característico andar y su gran puesta en escena se dirigió hacia la Catedral, siendo un año más la encargada de cerrar este Viernes Santo. Cabe recordar que para este año estaba previsto poner en práctica un acuerdo que había entre la hermandad de Los Dolores y el Sepulcro y por el que la primera volvía a ocupar su histórico sitio, si bien finalmente Los Dolores ha renunciado a ocupar el último lugar pidiendo ser la penúltima. De este modo, la Señora de Córdoba cruzó la carrera oficial la penúltima del Viernes Santo, cerrándose la jornada, como en los anteriores años, con el característico sello de la hermandad del Santo Sepulcro.
