Opinión | Latidos

Esplendor en la Catedral

LA Catedral de Córdoba vivió ayer uno de los actos más importantes en la liturgia de la Semana Santa: La celebración de la misa crismal y la renovación de las promesas sacerdotales, presidida por el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández. Fue, sin duda, en intensidad y en solemnidad, un acto eclesial ensalzado y explicado por el prelado en su homilía: «El gran protagonista es el Espiritu Santo que nos llama, nos unge y nos envía, para que también nosotros llevemos sus dones a todos los pueblos, a todas las gentes». El obispo se dirigió especialmente a sus sacerdotes, resaltando su «misión» tan excelsa, que, citando unas palabras de Teresa de Jesús, «conlleva una vida de santidad». Habló tambien con emoción y gratitud de los ocho seminaristas cordobeses que dentro de tres meses recibirán la ordenación sacerdotal y del gran número de jóvenes que descubren en sus parroquias, en el contacto con sus sacerdotes amigos, el camino de una mayor entrega al Señor.

Fue una homilía fraternal, cordial y rebosante de sugerencias pastorales en esta hora difícil pero también esperanzada, con la presencia y los dones del Espiritu Santo. La Catedral brilló con fuerza en una mañana de nubes y de sol, ofreciendo no sólo el esplendor de la misa crismal y del encuentro sacerdotal, sino la emoción y unción de un cristianismo y de una Iglesia que, como subrayara tambien el prelado, «acoge a todos en todos los momentos de la vida». Luego, en una tarde y noche de vaivenes climatológicos, las imágenes del Martes Santo, con el Santísimo Cristo de la Agonía, el Cristo de la Universidad, la Sangre, el Buen Suceso, la Santa Faz y el Prendimiento nos revelan la teología de los Cristos sangrantes, el hondo misterio de la pasión del Señor: «Y es que no se trataba simplemente de morir, sino ante todo y sobre todo de redimir, de hacer suyos los pecados del mundo».

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