Opinión | EL TRIÁNGULO

Normalizar el diálogo

La hipérbole suele conducir inexorablemente al precipicio. Tarde o temprano lleva a una encrucijada, a la espada de Damocles, a un callejón sin salida. Cuando criticas vehemente a alguien por algo, te coloca automáticamente en el lado opuesto y en defensor de lo contrario. Ocurre en todos los ámbitos de la vida, en política también.

Algunos partidos censuran la negociación y el pacto en la actualidad. Lo que hasta hace unos años era habitual, e incluso alabado por propios y ajenos, se ha convertido en un agravio. Llegar a acuerdos con otras formaciones era un orgullo, un éxito, un saber hacer del que presumían quienes los habían tejido con paciencia, tesón y honestidad. Se les ponía hasta nombres, normalmente el del lugar donde los cerraban. Los firmaban todos con todos, especialmente con nacionalistas e independentistas, que siempre acababan siendo decisivos en Madrid. Daba igual que fueran conservadores o progresistas, eran transversales porque por delante de la ideología colocaban el interés local. Y les ha ido realmente bien.

Sin embargo, el 1-O en Cataluña lo cambió todo. También influyó la irrupción de Vox en el Congreso y su cada vez mayor capacidad de influencia en una parte de los españoles a los que el PP les parecía tibio. La confluencia de ambos fenómenos abrió una brecha similar a la que se produce cuando un volcán entra en erupción; la lava sale cada vez más espesa y lenta, pero abundante y constante. Las soflamas cada vez más amenazantes y más peligrosas para la convivencia ganaban peso en detrimento de las llamadas a la calma. Cuanto peor, mejor.

De aquellos barros estos lodos. Sentarse a hablar con los independentistas es para algunos intolerable. Pactar con ellos, una traición. Por eso, cuando el PP desvela en un encuentro informal con periodistas que contempló el indulto y la amnistía durante 24 horas, aunque después lo descartara, ha causado un terremoto nacional y se ha visto obligado a negarlo después. ¿Por qué se mostró tan duro con lo que ha hecho Sánchez si ellos mismos se abrieron a estudiarlo durante unas horas?, se preguntan muchos. Puigdemont amenaza con sacar a la luz todo lo que habló su partido con el PP tras las elecciones generales. ERC ya ha confirmado que un representante de los populares les sondeó para la investidura de Feijóo.

Volver a normalizar los cauces naturales del diálogo político acabaría con estos exabruptos que tantos quebraderos de cabeza causan a los llamados fontaneros de los partidos. El problema es que hay tantos y de tantas familias que tendrían que empezar por negociar primero en casa y solo después hacerlo de puertas hacia afuera. No hay nada peor que el fuego amigo.

** Periodista

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