Opinión | LA RUEDA

A las chicas les gusta el punk

Reyes Torío, que se adentró el movimiento punk siendo adolescente y que, en medio de aquella gamberrada que en muchos aspectos fueron los años 80, formó una banda de rockabilly con unos amigos en el País Vasco y la llamó Dinamita pa los Pollos, sostiene que, en la música, acabado el punk se acabó la igualdad.

Hace más de cuarenta años que Las Vulpes se desgañitaban cantando lo mucho que disfrutaban siendo unas zorras. Las Vulpes, como Torío, habían mamado el punk en el extrarradio de la industriosa e industrial Bilbao. El escándalo que se montó con su ‘Me gusta ser una zorra’ fue de tales dimensiones que, en 1983 y con un Gobierno socialista, se llevó por delante la carrera musical de la banda, que no fue más allá de un par de canciones. También arrasó con el programa ‘ Caja de Ritmos’, de Televisión Española, con su director, Carlos Tena, que tuvo la osadía de emitirla en horario infantil. Tiempos salvajes.

La de Las Vulpes era una versión feminista y anticlerical, con mucha droga en sus versos y bastante desmejorada en lo musical, del ‘ I wanna be your dog’ que The Stooges e Iggy Pop habían lanzado en 1969. Así que, de subversión, en los 80, ya tenía poco.

Lo que el punk tiene de feminista es que con él las chicas tomaron el control de las bandas, dejaron de ser bombas sexuales, mujeres de póster o groupies, y empezaron a tocar, bailar y cantar a su propio son. Ahí se inscriben Patti Smith, The Slits, Siouxie Sioux, Bikini Kill, Debbie Harry y Blondie , P.J. Harvey y una larga retahíla de artistas y grupos, desde los 70 hasta hoy.

Cuando nos quieren hacer tragar que Nebulossa, el grupo que ha ganado el Benidorm Fest y que representará a España en Eurovisión, es revolucionario y nos empodera con una canción que se titula ‘ Zorra’, porque reivindica nuestro derecho a hacer lo que queramos y hacerlo a cualquier edad, nos están tomando por tontas.

La revolución empezó mucho tiempo atrás, la lideran mujeres con un gran fondo intelectual, ético y artístico que se han dejado la piel en este asunto del feminismo. Banalizar su esfuerzo y su compromiso nos hace un flaco favor.

Hay que pensarse mucho si autodenominarnos «zorras», «perras» o «putas» nos libera o no, y en qué contexto y bajo qué premisas lo hace.

Evidente, el márketing musical necesita renovar el empaquetado de su mercancía de consumo masivo, de producción barata y rápida, y una forma de hacerlo es envolvérnosla en el discurso ideológico de moda, ahora en el del feminismo y el empoderamiento. Es una vieja táctica capitalista. De paso, lava su conciencia por la explotación de las mujeres en su versión más sexualizada.

* Periodista

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