Opinión | ENTRE VISILLOS

Juana Castro, por siempre jamás

Un documental sobre su vida y su obra, último reconocimiento a la poeta cordobesa

No descubro nada si digo, haciéndome eco de voces más autorizadas que la mía, que Juana Castro se ha convertido en una referencia importante dentro de la poesía española del último medio siglo no sólo por la calidad, hondura y originalidad de su poesía, sino también por un compromiso ético y sin fisuras con el feminismo, pulida palabra de mujer que suple el silencio de tantas otras. Pero, además, por la coherencia de una obra forjada en los vaivenes de la vida, amor, dolor y muerte compartidos a corazón abierto. Y por ser ella como es, figura frágil llena de fortalezas, cercana sin ser jacarandosa y esencialmente buena. Por todo ello y mucho más Juana Castro ha conseguido lo más difícil, ser profeta en su tierra. O mejor dicho en sus tierras, tanto en esta ciudad de adopción a la que llegó en 1970 deseosa de ensanchar horizontes junto a Pedro, su marido, maestro como ella, y tres hijos, como en la Villanueva de Córdoba que la vio nacer en 1945, donde se la tiene en un pedestal.

Numerosos premios, entre ellos la Medalla de Oro de Andalucía, avalan la trayectoria de esta mujer tranquila por fuera y sufridora en sus adentros, estudiada en universidades americanas y europeas y hasta objeto de una tesis doctoral -de momento, porque vendrán más-. Su firma no pierde prestigio ni belleza cuando adopta la prosa, a través sobre todo del columnismo; los Cuadernos del Sur de este periódico dan cuenta de ello desde hace muchos años. Y no deja de ser requerida en foros culturales de toda índole que ella -como le pasaba al recordado Pablo García Baena, del que Juana es heredera natural- agradece aunque la agobian, porque le roban tiempo y sosiego para dedicarse a lo suyo. Sin embargo, ningún reconocimiento me parece tan explícito como el de ser llamada el otro día para representar a lo grande las letras cordobesas en la requeteesperada inauguración de la Biblioteca de los Patos, hoy del Grupo Cántico, con el que tanto quiso. Verla así, diminuta pero llena de grandeza paseando entre libros con el ministro y todo el que es alguien en la cultura oficial, da la medida de tu talla literaria y de otra cosa: haber conseguido con el simple poder de la palabra -y un probado tesón inconformista- algo con lo que siempre soñó, que por fin una mujer pise fuerte en un mundo donde, como en todos, los principales elogios se los llevan ellos.

Supongo que esa mañana debió de sentirse orgullosa de sí misma aunque no lo vaya contando, retraída en público como es menos en lo que toca a ese pelo encendido que exhibe como desafío a los años. Y si fuera persona más dada al autobombo, Juana Castro habría levitado el pasado lunes con la proyección en la Filmoteca del documental que le han dedicado sus paisanos Antonio Castro, director, y María Rey, guionista, con el apoyo de la Universidad de Córdoba, la Junta y el Ayuntamiento de su pueblo, instituciones representadas en un acto que llenó la sala con un público incondicional. Séneca de los Pedroches es el título, bienintencionado pero chocante referido a una dama incluso cuando te explican que es el primero de una serie destinada a ensalzar a personajes de la comarca. El filme incide en los orígenes rurales de la poeta y los paisajes de la dehesa que nutrieron su niñez y juventud, narrados por ella en una entrevista, así como en la admiración de sus paisanos, que han puesto su nombre a un premio nacional de poesía. Pero el grueso del audiovisual lo constituyen testimonios de catedráticos y otros poetas en torno a la obra de «una adelantada en todos los sentidos», como la definió el presentador, Pedro Ruiz. Una mujer diferente, con algo de misterio, y convencida de que una metáfora puede cambiar el universo.

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