Opinión | editorial

Una lenta transición energética

Hace falta una mayor implicación de administraciones, empresas y ciudadanía para lograr los objetivos de 2030

Una lenta transición energética.

Una lenta transición energética. / CÓRDOBA

Hace ocho años, con motivo de la cumbre del clima celebrada en París, el conjunto del planeta se fijó el objetivo de que, hasta finales de siglo, el calentamiento global no se elevara por encima de los dos grados centígrados. En ese marco, los distintos países de la Unión Europea acordaron pasos para avanzar en la denominada transición energética, es decir, pasar de un sistema de producción y distribución de energía basado en los combustibles fósiles a otro sin emisiones de carbono. En el caso español, el Gobierno de coalición ha ido planteando (a través de sucesivas actualizaciones) objetivos de descarbonización hasta finales de la presente década, basados en un proceso de mayor electrificación procedente de las energías renovables. A la vista de los datos disponibles se puede afirmar que, pese a los avances, queda mucho por hacer.

Como factor positivo, se constata que las energías renovables son las que presentan mayor nivel de implantación, con un crecimiento de la capacidad del 38% al 42% desde 2019 a 2022 y logrando que, a finales de este año, España sea de los primeros países de la UE en alcanzar el 50% de renovables en su estructura generativa.

Sin embargo, a la hora de sustituir fuentes energéticas como el carbón, el petróleo y el gas por electricidad los avances son muy lentos. Es el caso, por ejemplo, del uso del coche eléctrico en nuestro envejecido parque móvil. Hace un año, el número de vehículos apenas alcanzaba los 325.000, cuando el objetivo marcado para 2030 es de 5,5 millones. Se han introducido incentivos para su adopción, como ayudas o desgravaciones fiscales, pero el principal obstáculo (extensible a otros sectores de la economía) sigue siendo el de las trabas burocráticas: los puntos de recarga son pocos (unos 27.000 en todo el territorio) porque, según informes de organismos reguladores, los permisos para instalar uno de ellos requieren de uno a dos años, extensibles a 18 meses más si hay que hacerlo en una carretera.

Por otra parte, también existe un problema de expectativas incumplidas, como en el caso del hidrógeno verde, que debía cambiar en profundidad sectores como la industria o el transporte pesado. Años atrás se hicieron anuncios millonarios de inversión por parte de grandes empresas energéticas pero hay pocos proyectos en marcha. Aquí el inconveniente reside en que generar esta clase de hidrógeno es caro en comparación con la alternativa actual, el hidrógeno gris, que se produce con gas. Probablemente, será necesario continuar con ayudas e incentivos para que se abandone la fuente energética fósil.

Un camino que también deberá seguirse en aquellos cambios que puede aplicar el ciudadano para contribuir a una mayor eficiencia energética en sus casas. Así, queda trecho por recorrer en la instalación de bombas de calor en las viviendas (que consumen cuatro veces menos energía que las calderas), si se tiene en cuenta que España es el quinto país de la UE con menos ventas o en la rehabilitación residencial, si se quiere llegar al objetivo de 300.000 actuaciones en 2030, frente a las poco más de 30.000, a principios de la década.

La transición energética es una necesidad ineludible, ante el avance acelerado del calentamiento global, pero requerirá de más implicación de administraciones, empresas y ciudadanos si se quieren alcanzar los objetivos de descarbonización en 2030.

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