Opinión | ENTRE VISILLOS

La educación sentimental

A juicio un sistema que, según sus críticos, prima las emociones frente al conocimiento

Por si faltaban elementos de discordia, llega el informe Pisa y pone patas arriba el sistema educativo español. Cierto que se trata de un estudio realizado a nivel mundial y que pocos países salen indemnes del escrutinio realizado entre el alumnado de 4º de ESO en matemáticas y ciencias, competencias donde nuestros estudiantes han obtenido los peores resultados de la historia, además de en comprensión lectora. Pero el mal de muchos no es consuelo de tontos, así que nos toca apechugar con el descalabro y analizar muy seriamente por parte de quien corresponda, a ser posible sin demasiadas contaminaciones ideológicas, qué está fallando en la formación de nuestros jóvenes. El tema no es nuevo sino más bien recurrente; de hecho, han volado reproches como cuchillos entre políticos, educadores, padres y sociedad en general cada vez que cambiaron los planes de enseñanza --y ya van unos pocos--. Aun así, resulta incómodo que vengan de fuera, en este caso un reconocido organismo internacional como es la OCDE, a destaparte las vergüenzas.

Como en cualquier otra cuestión, hay opiniones para todos los gustos. Unos quitan hierro al asunto argumentando que no es que los jóvenes aprendan poco y mal sino que se les enseñan «contenidos diferentes de manera diferente»; una transformación «progresista e innovadora» en la que no es tan importante tirar de memoria sino de aprendizaje colaborativo y dialogante --y no como en la EGB o antes de ella, cuando, vienen a decir, de las aulas sólo salíamos autómatas memoriosos aviesamente programados en una sola dirección--. En el polo opuesto están quienes aseguran que los pésimos resultados de Pisa tienen como origen un sistema educativo orientado a las emociones en lugar de al conocimiento. Según esta teoría se trata de métodos pedagógicos «que entretienen a los chavales pero no se les enseña», y así lo afirma Daniel Arias, autor del ensayo ‘Querido alumno, te estamos engañando’ (editado por Temas de Hoy). Este catedrático de la Universidad de Granada califica de educación ‘Mr. Wonderful’ la que en lugar de primar los saberes sólidos y el esfuerzo trata al alumno como a un ser frágil que se puede romper por cualquier parte.

Y entre unos y otros, la casa sin barrer. Lo que sí asumen ambos posicionamientos es que la revolución tecnológica lo invade todo, incluidas naturalmente las clases, y que en este terreno tanto el profesorado como las familias han de ponerse serios antes de que la cosa se desmadre (más de lo que ya está). Nadie ignora que las nuevas tecnologías aportan a los educandos herramientas valiosas, de ahí que se estén adaptando muchos contenidos a la sociedad de la información como inversión de futuro. Aunque eso no justifica, por ejemplo, que se haga la vista gorda ante la sospecha de que no es la inteligencia del propio alumno sino la artificial la empleada en un trabajo o incluso un examen si media un ordenador. Y es que la tentación de las chuletas no iba a ser ajena a los avances cibernéticos. Ahí está para demostrarlo el ChatGPT, sabiondo pero no infalible, un vertiginoso fenómeno sociológico al que personas de todas las edades acuden con la misma pasión ciega que los antiguos al oráculo de Delfos. En cuanto a los más jóvenes, la última versión de las trampas estudiantiles empieza a preocupar tanto a profesores y padres que están pensando en su restricción. La misma que se ha impuesto en los centros docentes andaluces respecto al uso de los móviles, limitado durante la jornada escolar, salvo con fines didácticos, para evitar distracciones y trastadas contra las normas de convivencia. Porque es lo que faltaba ya para empeorarlo todo. La ciencia y las letras nos asistan.

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