Opinión | Historia en el tiempo

Tribulaciones de profesores y alumnos

La asignatura Historia de España se ha convertido en una pesadilla interminable en 2º de Secundaria

Una pesadilla interminable o el cuento de nunca acabar... En eso se ha convertido en la España de nuestros días el rumbo de la disciplina de Historia de España impartida en segundo curso de la enseñanza Secundaria y pieza básica e insustituible de la formación cultural y sentimiento identitario de una inmensa mayoría de la población española. Para acrecentar las dimensiones del drama es asaz probable que una mudanza de gobierno en la cúpula del Estado no se tradujese en dicho terreno más que en una nueva planificación en la asignatura con cambios que no acabaran de compensar las múltiples deficiencias de la vigente programación, saturada de los mantras, v. gr., «empoderamiento», «resiliencia», «perspectiva de género» y de todos cuantos integran el nutrido repertorio de tan actualizado y exitoso acervo del progresismo dictatorial que rige hodierno todo el despliegue académico y mediático de nuestra sociedad, sin excepción alguna.

Ciertamente reparar en ello por un instante y sin concesión alguna por mínima que sea al alarmismo o al catastrofismo por los que a menudo se despeñan las críticas mejor intencionadas de tan penosa situación, conmueve el ánimo de la ciudadanía comprometida con el inminente futuro de su país. Imaginar que ya desde noviembre hasta mayo los estudiantes españoles en la edad de mayor percepción intelectual se adentren día tras día en el laberinto sin fin del relato de la contemporaneidad nacional provoca en verdad una irreprimible sensación de pesadumbre y dolor. Cuánto tiempo perdido y cuántas energías malgastadas sin más meta y resultado, en definitiva, que pasar las páginas de un calendario mortecino y tramitar una función burocrática más; al tiempo que en las restantes naciones de la Unión Europea la disciplina en cuestión atesora --privilegiadamente-- el interés y preocupación de gobernantes y gobernados. Sin amor y conocimiento de la propia identidad es imposible comprender y amar el pasado de los restantes pueblos que configuraron el ser y la trayectoria del Viejo Continente, el de mayor vitalidad y afán civilizadores, pese al negativismo de los ignaros seguidores de la «cancelación» de un ayer con muchas más luces que sombras.

Con estos renglones entristecidos de un domingo autumnal cumple el anciano cronista el deber de cortesía de responder a la atribulada carta de un ejemplar miembro --D. Luis A. G.-- del todavía admirable estamento de catedráticos y catedráticas de Bachillerato que desde su Asturias natal hace partícipe de sus «duelos y quebrantos» profesionales al autor estas líneas, estremecidas de gratitud y admiración por españoles como él y que asimismo aprovecha la ocasión para reiterar su ilimitado reconocimiento por profesionales de su talante y conducta.

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