Opinión | Con permiso de mi padre

Fiestas con dinero ajeno

«Cada millón de euros que se gasta alegremente nos cuesta muchas horas de trabajo a los demás»

Siempre se ha dicho que el dinero no da la felicidad, pero ayuda mucho a conseguir algo parecido, si se paran a pensarlo. Desde luego no compra la salud ni el amor, pero permite unos sucedáneos bastante aceptables.

Aunque la cantidad es algo relativo -que ya saben que para algunos «1.200 millones no son nada, chiqui»-, piensen en economías domésticas, las de gente normal, las de los trabajadores que pagamos hipotecas, gasolina, comer a diario... piensen en el destrozo que supone para una familia normal que te suban la luz, el pan, o las mensualidades de la vivienda. Porque en general todas las cuentas familiares van al día (con suerte) y 300 euros más o menos son un quebradero de cabeza.

Por eso no deja de sorprenderme que se hable de 15.000 millones de euros condonados con esa facilidad en unos casos y, sin embargo, por ejemplo, los 40 millones que necesitaría la ley ELA sean inasumibles.

Lo que ha quedado patente estos días es que regalar con dinero ajeno es facilísimo y muy rentable para algunos, aunque aumente la brecha entre unos españoles y otros. Porque al final, no se equivoquen, todo este proceso de independentistas tiene que ver con la pasta: con la excusa del supremacismo y de la diferencia del RH, unos pocos se han montado una fiesta particular que cada vez resulta más exigente. Cierto que algunos descerebrados sí se sienten superiores y únicos, pero en general los políticos que les vendieron esa moto lo que quieren es más dinero, más dinero y más dinero, en una espiral inagotable.

Porque explíquenme ustedes cómo es posible que alguien que empieza de concejal, por ejemplo, acabe trepando en su partido hasta llegar a tener dineros como para comprarse una vivienda de un millón de euros, mientras los curritos vemos cada vez más reducido nuestro nivel de vida. ¿Será que les pagamos de más? ¿Será que sus ventajas fiscales no se parecen en nada a las de sus conciudadanos?

Lo que tengo claro es que habría que ser mucho más respetuoso con el uso de la hucha pública. Porque cada millón de euros que se gasta alegremente nos cuesta muchas horas de trabajo o de privaciones a todos los demás. Un minúsculo ejemplo: la chapuza del cambio de escudo del Senado ha salido «sólo» por 12.000 euros, para que al final se haya desestimado y se vuelva al anterior. El día que los responsables de sucesos así tengan que pagar con su propio patrimonio tales desmanes, se lo pensarán mucho antes de hacer experimentos con dineros ajenos, chiqui.

*Periodista (@MerBaronaM)

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